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Miercoles 19 de octubre de 2005

Los peces y los efectos de las
sustancias tóxicas

En el Laboratorio de Embriología Animal de la FCEyN se estudian los efectos de ciertos compuestos tóxicos sobre la fisiología de los peces. Algunas de esas sustancias se encuentran en descargas industriales. Otras, se emplean como pesticidas.

Por Susana Gallardo (*)


De izquierda a derecha: Fernando Meijide, Fabiana Lo Nostro y y María CristinaMaggesse.

  «Los peces de ahora no son como los de antes. Ahora hay cada vez menos, son más chiquitos y un poco deformes», palabras más, palabras menos, es la queja de los pescadores deportivos que frecuentan las lagunas bonaerenses. En algunas de ellas, como la de Chascomús, ya han mermado notablemente varias especies, en particular, el pejerrey. Y la contaminación parece ser una de las causas posibles.

  Los biólogos que se especializan en ecotoxicología están interesados en conocer cuál es la magnitud del problema, y quieren saber en detalle qué les pasa a los peces al convivir con enormes cantidades de sustancias tóxicas que llegan a los ríos y lagunas provenientes de desagües cloacales, del uso excesivo de pesticidas o de distintos tipos de industrias que no procesan sus efluentes como es debido.

  Entre los diferentes grupos de investigación que en el país están abocados a este problema, se encuentra el Laboratorio de Embriología Animal del Departamento de Biodiverisidad y Biología Experimental (DBBE), perteneciente a esta Facultad. Allí los investigadores estudian el efecto de ciertos compuestos químicos sobre la fisiología reproductiva de los peces.

  «Empezamos trabajando con sustancias estrogénicas como el mismo estradiol y luego con una sustancia denominada octilfenol, que se genera como producto de degradación de un grupo de surfactantes (detergentes) no iónicos y se relaciona con las industrias de las resinas, plásticos, papel y textiles», comenta la doctora María Cristina Maggese, quien dirige el laboratorio, y es además investigadora principal del CONICET y directora del Departamento de Biodiversidad.

  Por su parte, la doctora Fabiana Lo Nostro, miembro del grupo de investigación, docente del DBBE e investigadora del CONICET, señala que se ha iniciado otro proyecto «para evaluar el efecto de algunos pesticidas organoclorados, que se conocen en forma genérica con la sigla POCs». Entre estos compuestos se encuentran, por ejemplo, el DDT y sus metabolitos, los ciclodienos (como el Aldrin y el Endosulfan), los pentaciclodecanos (Mirex y metabolitos), entre otros. Todos ellos tienen efectos en los peces que van desde cambios en el comportamiento, alteraciones del metabolismo hepático, disminución en el peso corporal, embriotoxicidad, efectos teratogénicos, producción anormal de gametas (óvulos y espermatozoides) y hasta la propia muerte.

  Lo Nostro agrega: «Se estima que anualmente se producen alrededor de 500 nuevos compuestos químicos de síntesis que, al ser liberados, podrían interactuar con los seres vivos». Y subraya: «Si bien la producción directa de muchos de estos POCs ha cesado en algunos países desarrollados desde los ‘70, los países en desarrollo están usando insecticidas organoclorados en forma indiscriminada para erradicar vectores de enfermedades y aumentar así la producción agrícola pero con un costo ambiental demasiado alto».

  El grupo que dirige la doctora Maggese está analizando los efectos de ciertos pesticidas de uso agroquímico, como los que se emplean en la actualidad contra las pestes de la soja. Uno de ellos, denominado endosulfán, está prohibido en Europa y Estados Unidos, pero se sigue empleando en la India y varios países de Latinoamérica. Es un tóxico muy persistente, potencialmente carcinógeno, y, según señala Lo Nostro, «hay datos de malformaciones en niños de la India cuyas madres han estado en contacto directo con estas sustancia».

¿Peces feminizados?


Fernando Meijide.

  Como parte de su tesis doctoral que dirige la doctora Graciela Guerrero, el licenciado Fernando Meijide está analizando el efecto del octilfenol sobre la diferenciación sexual de los peces. Y lo que ha encontrado no es poca cosa. «El octilfenol es un xenobiótico, es decir, un compuesto cuya estructura química normalmente no está en la biósfera y, por lo tanto, no se degrada con facilidad», define Meijide, y explica que, según se ha comprobado, muchas de estas sustancias actúan como desorganizadores endocrinos, porque interfieren en el funcionamiento normal del sistema endocrino (hormonal) del individuo. Además, gran parte de esos compuestos son estrogénicos. Esto significa que se unen a los receptores celulares y pueden generar en el organismo respuestas similares a las producidas por los estrógenos naturales.

  Meijide realizó «ensayos crónicos subletales» con una especie de peces autóctonos de agua dulce, del grupo de los cíclidos, que se conoce como chanchita o palometa. El ensayo es crónico porque consiste en una exposición a largo plazo, un período de 60 días aproximadamente. Y los investigadores miden no solo la mortandad que producen los compuestos, sino las alteraciones en la fisiología reproductiva del animal. Más aún, los peces son expuestos a concentraciones ecológicamente relevantes del compuesto, es decir, aquellas que se dan normalmente en ríos y lagunas cerca de los sitios de descarga de efluentes.

  «Analizamos distintos parámetros finales de evaluación. Uno fue la estructura histológica de las gónadas y del hígado de individuos adultos expuestos al compuesto. La licenciada Rey Vázquez, miembro de nuestro grupo de investigación, encontró alteraciones hematológicas notorias que eran dependientes de la dosis», detalla Meijide.

  Lo Nostro señala que «otro de los parámetros estudiados fue la presencia de una proteína denominada vitelogenina en la sangre y en el mucus superficial que recubre al pez. Normalmente, esta proteína es fabricada por el hígado de las hembras sexualmente maduras bajo el estímulo de los estrógenos y es utilizada para la formación del vitelo de los oocitos. Su presencia en los machos sirve como un biomarcador de compuestos estrogénicos en el agua». La investigadora detalla: «Sin embargo, observamos que los machos, al estar expuestos, expresaban la proteína tanto en el plasma como en el mucus superficial, ya que el macho carece de órgano blanco (ovario) y por ello, excreta la proteína a través de la piel».

  Al correlacionar el alto nivel de la vitelogenina con las alteraciones halladas en los testículos, las fallas en el metabolismo hepático y en los parámetros hematológicos, los investigadores suponen que la presencia del octilfenol y otros xenoestrogénos podría afectar la reproducción de los peces y consecuentemente el tamaño de sus poblaciones.

  «Por otro lado, si estos datos pueden extrapolarse a los peces que el ser humano consume habitualmente, es posible hablar de un efecto de biomagnificación y suponer el riesgo de consumir compuestos estrogénicos también en el hombre», acota la doctora Griselda Genovese, integrante del grupo y quien está a cargo del análisis de la expresión de proteínas de la envoltura vitelina de los oocitos bajo la acción de estos contaminantes.

  Los investigadores también tienen planeado realizar estudios sobre los efectos de la exposición a estas sustancias tóxicas sobre la descendencia de los individuos, es decir, evaluar la posibilidad de que existan efectos transgeneracionales, así como la capacidad de recuperación de los adultos luego de la exposición.

  Otro tipo de ensayo se refiere a los efectos sobre el desarrollo sexual. Para ello se exponen las larvas que aún no están diferenciadas sexualmente y luego se determina si esa exposición induce a que los individuos se diferencien preferentemente en hembras. «A veces no llegan a feminizarse totalmente, pero se observa que la gónada posee tejido germinal masculino y femenino, son individuos intersexo», afirma Meijide.

  Pero ¿pueden extrapolarse estos resultados a lo que sucede efectivamente en un río o en una laguna? «En un ambiente natural hay una gran variedad de sustancias que interactúan entre sí, y pueden potenciarse o, en algunos casos, neutralizarse. Además, el grado de bioacumulación y biodisponibilidad no es el mismo para los distintos organismos acuáticos», responde el investigador.

  Sin embargo, en investigaciones pioneras sobre sistemas acuáticos de Inglaterra, encabezadas por el doctor Sumpter, de la Universidad de Brunnel, en el año 1993, se documentaron alteraciones similares a las halladas en estos estudios, que fueron atribuidas a los compuestos estrogénicos presentes en gran cantidad en las plantas de tratamiento de aguas residuales.

  También en Canadá se ha analizado el efecto en peces de los productos tóxicos provenientes de los efluentes de la industria de la celulosa y el papel. En tal sentido, el doctor Kelly Munkittrick y la doctora Deborah MacLatchy, investigadores del Departamento de Biología de la Universidad de New Brunswick y del Canadian Rivers Institute, documentaron varias modificaciones en el comportamiento y la fisiología reproductiva de los peces, como la marcada disminución del tamaño de las gónadas (ovarios y testículos), cambios en el hígado, y un descenso de la tasa de crecimiento, entre otros.

  Si bien es mucho lo que falta estudiar para tener un panorama certero del efecto que los contaminantes producen en los peces, los investigadores confían en que, en tanto esta información se divulgue y se conozca, habrá una mayor conciencia acerca de la importancia en el control de los desechos industriales, el abuso de los pesticidas, el cuidado del ambiente y la consecuente exposición humana.



Más información sobre el tema:

(*) Centro de Divulgación Científica - SEGBE - FCEyN.

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