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Martes 5 de noviembre de 2002

Un sitio de honor para una periodista científica argentina
Nora Bär fue nombrada miembro de la Academia Nacional de Periodismo

Por Susana Gallardo (*)

  El pasado 30 de octubre, Nora Bär, editora de la página de Ciencia/salud del diario La Nación, recibió el diploma que la acredita como miembro de la Academia Nacional de Periodismo. Ocupará el sillón que lleva el nombre de Ada María Elflein, cuentista infantil y cronista de viajes de principios del Siglo XX. Elflein, quien al igual que Nora fue hija de inmigrantes alemanes, vivió de la literatura y el periodismo. Escribía cuentos para el suplemento dominical del diario La Prensa. Además, viajaba permanentemente por el interior redactando crónicas que fueron publicadas en distintos medios de Buenos Aires, y fue la primera argentina que practicó el turismo de aventura.

  "Ada María Elflein transitaba por caminos solitarios en medio de llanuras vastas como mares y salpicadas, cada tanto, por pueblos teñidos de melancolía. Algunos de sus herederos de un siglo más tarde intentamos convertir al lector en viajero e invitado de honor a otra apasionante travesía: el viaje por los confines del conocimiento que propone la ciencia", señaló Bär en su conferencia, realizando un paralelo con el perfil de su antecesora.

  La flamante académica se remontó a los comienzos de la divulgación de la ciencia en la Argentina, cuando a principios del siglo XIX el Telégrafo Mercantil se definía como una publicación cuyo objetivo era "instruir y cultivar al pueblo", promover "un entrenamiento mental", e inspirar una "inclinación hacia las ciencias y artes". Pero la preocupación no era nueva. Platón, en el libro Las Leyes, ya consideraba al analfabetismo científico como una injuria.

  Si bien escribir sobre novedades científicas no difiere mucho de hacerlo sobre temas políticos o económicos, pues todos "tienen héroes y villanos, emoción y consecuencias dramáticas", para Nora Bär, "contarle al público lego acerca de temas tan abstrusos como la física cuántica, la biología molecular o la nanotecnología es un desafío que pone a prueba las estrategias más imaginativas".

  Tal vez lo más difícil de la tarea del periodista científico sea ese inevitable tránsito por "el estrecho desfiladero que corre entre dos mundos diferentes: el del laboratorio -selectivo, estricto y meticuloso- y el de la sala de redacción -masivo, caótico y vertiginoso-. Dos mundos que, si no son antagónicos, enarbolan significativas diferencias culturales".

  El periodista se ve obligado a sortear un abismo entre ópticas distantes, del cual surgen no pocos malentendidos. Científico y periodista tienen propósitos diferentes y se dirigen a audiencias muy distintas en cuanto a niveles de comprensión, intereses y expectativas. El periodista debe atraer la atención no sólo del lector más abúlico, sino, lo que es más difícil, debe atrapar el interés de su secretario de redacción.

  Entonces reformula la jerga científica en términos de uso común, "más coloridos... pero menos precisos". Incluirá en su artículo un contexto que le dé al lector los instrumentos teóricos imprescindibles para valorar la novedad y situarla en perspectiva. La idea es facilitar la comprensión instantánea de temas que a los científicos les llevaron toda una vida de estudio. "Se esmerará en detectar las distintas posiciones que surjan frente a descubrimientos controvertidos. Eso, tratando de no descuidar el perfil humano de los protagonistas ni el anecdotario del caso".

  Bär apeló a una síntesis efectuada por el periodista británico Michael Kenward, quien señaló que los escritores de temas científicos deben trabajar en tres frentes: "persuadir a los editores de que la ciencia merece mayor espacio; persuadir a los científicos de que no somos unos completos idiotas que quieren trivializar y teñir de sensacionalismo lo que ellos hacen en pro de un titular llamativo, y persuadir a nuestros lectores de que la ciencia es al menos tan interesante como la vida sexual de los futbolistas y las estrellas de televisión."

  La tarea del periodista científico sin duda no es sencilla. Bär, al señalar que el conocimiento de los temas científicos "nos ayuda a comprender la grandeza y la banalidad de los asuntos humanos" puso en evidencia dos cualidades que ella tiene de sobra y que tal vez sean indispensables en todo periodista científico: la curiosidad y el entusiasmo inagotable ante la ciencia.

  Nora Bär cerró su conferencia con una emotiva evocación de sus padres, Erico Bär y Bernardina Cossen, que procedentes de Alemania llegaron a la Argentina en los años treinta, y le dedicó el honor del nombramiento a su madre que, próxima a cumplir los 90 años, se hallaba presente en la sala.

  El aplauso fue caluroso y sostenido. En el Museo Mitre no sólo había académicos, periodistas y amigos, sino también muchos científicos que se acercaron a llevarle un saludo y una felicitación sincera. Ello es una prueba de que ya no existe un abismo entre la ciencia y el periodismo. Y que la posibilidad de que el público pueda estar bien informado sobre los temas de ciencia no depende sólo de excelentes periodistas como Nora Bär sino también de la colaboración y el apoyo de los investigadores.

  El nombramiento de Nora Bär es un reconocimiento al esfuerzo, al trabajo incesante, a la seriedad y a la honestidad profesional. Y sin duda nos honra a todos los que ejercemos la tarea de comunicar la ciencia al público. De hecho, también es un reconocimiento a la ciencia como tema de interés público.

(*) Centro de Divulgación Científica - SEGBE - FCEyN.

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