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Viernes 4 de mayo de 2007

Qué hacer para prevenir el dengue.

Distintas medidas para combatir esta enfermedad, que pone en riesgo de contagio a la mitad de la población mundial, fueron brindadas en una reciente charla por el doctor Nicolás Schweigmann, director del Grupo de Estudio de Mosquitos de esta facultad. Claves para tener en cuenta.

Por Cecilia Draghi (*)


Nicolás Schweigmann.

  “El dengue es una pandemia en este momento. En general, esta enfermedad se ubica en zonas tropicales y subtropicales. Más de la mitad de la población de todo el mundo está en riesgo de contagiarse. Hay más de cien países que ya tienen dengue hemorrágico, que es la variante peligrosa. Si uno mira las curvas de cómo avanzan en cantidad de casos las epidemias, es un crecimiento de tipo exponencial”. Con estas palabras inició el doctor Nicolás Schweigmann su charla sobre “Prevención y control de mosquito transmisor del dengue” en el Aula Magna de la Facultad.

  El encuentro, organizado por el Departamento de Ecología, Genética y Evolución, forma parte de un ciclo que tiene como objetivo presentar temas de interés académico y social. En este caso la idea motora fue transmitir la situación actual para que los asistentes sirvan de multiplicadores de conocimiento en distintos ámbitos.

  “¿Por qué una charla de dengue en los últimos días de abril, cuando pronto hará frío y los mosquitos no serán problema? Porque habrá una nueva temporada estival, y si llegamos a tener una nueva epidemia en Paraguay, en algún momento llegará a Buenos Aires. ¿Qué podemos hacer ahora?”, se planteó y pasó a detallar las numerosas medidas que es necesario adoptar.


Aedes aegypti.

  Es que abril y mayo es el momento de gran banco de huevos del mosquito Aedes aegypti, trasmisor del virus dengue. Y de allí surgirá a mediados de la próxima primavera la población de insectos que pueden contagiar la enfermedad. “Si se entiende el ciclo de vida de los mosquitos es posible controlarlos. Nosotros los criamos en nuestras casas y podemos hacer cosas para que no proliferen”, planteó.

  “El Aedes pone los huevos sueltos, que son negros ovalados, sobre una pared sólida. Del huevo pasa a larva, y tiene cuatro estadios. Las larvas tienen en general la cabeza suspendida hacia abajo, y lo que está hacia arriba es un sifón respiratorio. O sea, toman aire de la atmósfera. La última metamorfosis es el mosquito adulto”, relata.

  Recipientes artificiales son los lugares elegidos por estos insectos para dejar su descendencia. Y allí es donde resulta clave tomar medidas. En esta época del año, las piletas de natación son un lugar ideal para criar mosquitos porque las hojas del otoño que caen en el agua “sirven para la proliferación de microorganismos, bacterias y protozoos. Buen alimento para las larvas. ¿Posible solución? Colocar pececitos que comen larvas, y éstos se retiran en verano hasta el próximo otoño”, indica el director del Grupo de Estudio de Mosquitos de la Facultad, y coordinador del Programa de Prevención de Mosquitos en la Ciudad de Buenos Aires, entre el gobierno porteño y Exactas.

  Otro típico criadero son las zanjas de barrios carenciados por donde suele correr agua con jabón y materia orgánica que favorece la proliferación de Aedes. “Como estas zanjas tienen paredes sólidas, permiten poner los huevos a pocos milímetros del nivel del agua”, explica.

  Cuando botellas vacías o tachos se dejan boca arriba de modo que puedan acumular agua también es una situación riesgosa, y más aún cuando se hallan en lugares sombríos, porque a más de 36º las larvas no sobreviven. Rejillas que no suelen ser usadas son sitios propicios porque no corre agua para barrer los criaderos. Éstos encuentran también un sitio ideal en las cubiertas de autos abandonadas. “La goma de color negro -indica- permite que aún cuando las temperaturas sean bajas, allí esté más calentito”.

  El estanque o sitios donde se cultivan plantas acuáticas, floreros en cementerios, chatarra o restos de autos sirven al mosquito para depositar su cría. “Los recipientes con agua donde se colocan los potus para que echen raíces y los platitos ubicados bajo la maceta son los principales criaderos en la Ciudad de Buenos Aires”, advirtió. Si al mirar un potus con raíces en el agua, observa como gusanitos viboreando es posible que tenga Aedes en su casa, según indicó, a la vez que destacó el concepto: “Mi casa es un medio ambiente que debo cuidar”.

Un transmisor con historia

  “Cuando en la Argentina se decretó la erradicación del Aedes en 1963 -una campaña que duró diez años-, el Ministerio de Salud revisó 200 mil viviendas y encontró el Aedes sólo en 6 casas y había 15 criaderos. Hoy vamos por la ciudad y por cada 100 viviendas hallamos 10 viviendas con Aedes. Y probablemente entre 30 y 60 criaderos”, compara el especialista que obtuvo el primer premio al mejor trabajo en epidemiología en el Congreso Latinoamericano de Medicina Tropical en Ecuador.

  El Aedes que no es oriundo de América, sino de África, probablemente arribó con los esclavos en la época de la colonia. Y en el pasado ya hizo estragos. “Desató la epidemia de fiebre amarilla, porque este mosquito también es vector de esta enfermedad”, recuerda. Pero hubo una época en que se controló no sólo en la Argentina sino en gran parte de América Latina, según relató. “Se empleaban métodos drásticos. Había una ley que los amparaba y permitía entrar en una casa y si hallaban un criadero lo rompían. Se usaban insecticidas de alto poder residual como el DDT. A partir de los 80, la Organización Mundial de la Salud encuentra que la realidad es otra. Los países no tienen dinero para sostener este tipo de campaña y proponen la participación comunitaria”.

  A grandes rasgos, el mapa del dengue en América Latina fue variando con el tiempo. En 1930 la distribución geográfica del vector estaba diseminado por todos lados, en 1970 con las campañas de erradicación retrocedió hasta el sur de Venezuela, y a partir de los 80, Aedes volvió a infectar todo el continente tal como era al principio.

  En estos vaivenes, Schweigmann y su equipo sospechaban que el clima podría haber influido para su propagación y retraimiento. Y en conjunto con especialistas del departamento de Ciencias de la Atmósfera siguieron de cerca los datos de la temperatura desde 1850 a 1995. “En 1871, cuando fue la gran epidemia de fiebre amarilla en Buenos Aires, coincide con el pico de aumento de temperatura. En ese entonces murieron 14 mil personas”, memora, al tiempo que destaca: “Cada vez que hubo brotes fueron épocas con cierta favorabilidad para el vector”.

  De acuerdo con el estudio, de 1980 a 1996 aumentaron las condiciones favorables para el insecto. “Una explicación de lo que está pasando es que el aumento de temperaturas que registra el clima está favoreciendo al Aedes”, precisa.

  Con respecto a la gran epidemia de fiebre amarilla de 1871, comenzó el 21 de enero y terminó la primera semana de mayo. Estas fechas coinciden con la dinámica actual del vector. Los mosquitos adultos aparecen en escena en la segunda semana de octubre. “Para navidad se produce el primer pico poblacional. La tendencia sigue en los primeros días de enero y se mantiene en abundancia hasta la última semana de abril. Luego la población baja y en junio ya no se detectan más, y queda en “dormición” (como huevos) hasta octubre. La temporada de riesgo de transmitir la enfermedad es de octubre a abril”, precisa.

  Justamente en la temporada invernal el Aedes está presente como huevo en los recipientes artificiales de la ciudad. “La idea es hacer una gigantesca campaña de limpieza en invierno para retirar los huevos”, dijo, y enseguida adelantó: “En este momento, estamos en tratativas con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Es un difícil desafío decirle en invierno a la población que controle los mosquitos.”

Resultados de encuestas

  Cuando un mosquito pica, implica que una probosis se conecta directamente con los capilares sanguíneos del organismo e inyecta saliva. Esta sustancia extraña puede provocar irritación, alergia, y también transmitir agentes extraños como virus.

  El equipo de Schweigmann llevó adelante encuestas para conocer qué se sabe sobre el tema. “Entre 1997 y 2006 preguntamos a la gente si sabía que los mosquitos transmiten enfermedades. El 60 u 80 por ciento, nos dijo que sí”, describió, pero el estudio mostró que muy pocos conocían cómo era una larva de mosquito.

  “Hicimos una encuesta más agresiva- precisa-. Encuestadores con una larva de mosquito viva en un tubo de ensayo fueron a un hospital para preguntar a los médicos si sabían de qué se trataba. El 27,7 por ciento acertó. Algunos de ellos lo sabían por ser pescadores y de allí su conocimiento. En el caso de los médicos es una falla grave del sistema educativo. El día del médico es el 3 de diciembre en homenaje a Carlos Finlay, quien produce un cambio en la historia, porque demuestra que el Aedes aegypti transmite la fiebre amarilla. Si hoy se pregunta por qué se festeja esa fecha como día del médico no lo saben, ni tampoco en su gran mayoría cómo es la larva de mosquito”.

  Por otra parte, también mostró material didáctico que aparece en manuales escolares con errores de concepto. “Si la maestra se basa en este tipo de bibliografía, es lógico que en el aula pueda haber un potus con larvas”, indicó.

  Al cierre de la charla, Schweigmann insistió en la necesidad de adoptar medidas. “Se habla del dengue pero hacemos poco. No estamos viendo un cambio de hábitos”.

(*) Centro de Divulgación Científica - SEGB - FCEyN.

 

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