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Martes 25 de abril de 2006

Cazadores de virus

Dengue, herpes y fiebre hemorrágica son los tres blancos en que centran sus investigaciones el equipo dirigido por la doctora Elsa Damonte.

Por Cecilia Draghi (*)


Elsa Damonte (der) y su equipo.

  Parásitos por excelencia, los virus resultan un verdadero desafío científico a la hora de combatirlos. Dependientes a ultranza de la célula, los virus no pueden vivir solos. Requieren de ella para llevar adelante su ciclo reproductivo. Invaden, hacen uso de todos los servicios celulares y precisamente esta característica es la mayor dificultad para darles pelea. ¿Cómo atacar a los virus sin dañar la célula que es su hospedadora y rehén? Distintas líneas de investigación intentan dar respuesta desde hace años a esta pregunta a través de la elaboración de drogas antivirales o de técnicas que, sin llegar a ser las tradicionales vacunas, prevengan la infección antes de que sea demasiado tarde.

  En esta tarea se halla abocado el equipo dirigido por Elsa Damonte en el Laboratorio de Virología, apuntando en especial a dar en el blanco contra los agentes que provocan el dengue, el herpes y la fiebre hemorrágica.

  “Una línea de investigación se dirige a combatir el virus Junín, agente de la fiebre hemorrágica argentina que afecta especialmente a los habitantes del norte de la provincia de Buenos Aires, un sector de La Pampa y la zona sur de Santa Fe y Córdoba. En total, la población de la zona es de cinco millones de habitantes que se hallan potencialmente en riesgo de contraer esta dolencia transmitida por roedores silvestres como Calomys musculinus y C. laucha”, precisa la investigadora. De abril a junio se registra un pico de esta dolencia que coincide con las cosechas y con el aumento de la población de estos animales, que contagian al hombre a través de su orina, heces o saliva. Por ejemplo, si un trabajador rural inhala estos desechos o le atraviesan la piel lastimada puede contraer la enfermedad. Fiebre, alteraciones hematológicas, neurológicas, renales y cardiovasculares, son algunos de los síntomas de esta dolencia que evoluciona hacia la curación o la muerte en un lapso de una a dos semanas. Sin tratamiento, la mortalidad puede ser muy elevada.

  Los primeros casos se describieron en la década del 40, pero fue en 1958 cuando un grupo de investigadores argentinos aisló el virus a partir de sangre y órganos de pacientes fallecidos en las áreas endémicas de la localidad bonaerense de Junín, de allí su nombre.

  Desde entonces distintos logros se han conseguido. “En los años ´70 un proyecto internacional conjunto con Estados Unidos permitió obtener una cepa atenuada del virus para usarla como vacuna. Un ensayo piloto con 6500 voluntarios obtuvo buenos resultados. En 1991 se realizó una vacunación selectiva en la población rural de mayor riesgo que alcanzó a 200 mil personas. La inmunidad se mantuvo en los diez años posteriores, según estudios de seguimiento. Aparentemente la vacuna funciona, el tema pasa ahora por la producción de nuevas dosis”, señala.

  Más allá de la necesidad de contar con una vacuna, es importante no descuidar el desarrollo de estudios que abarquen otros aspectos del arsenal contra esta dolencia como el tratamiento con antivirales específicos. “Es que aún con una vacuna efectiva, pueden aparecen ocasionales brotes motivados, por ejemplo, en un cambio de hábitos del roedor o por emergencia de nuevas cepas. Además –subraya– en la actualidad, los enfermos se controlan con el denominado plasma de convaleciente que logra buena respuesta del paciente, pero se requiere un diagnóstico rápido porque no es tan efectivo luego de 8 ó 10 días de contraído el virus. Por esto es necesario encontrar drogas antivirales específicas”.

Tras la búsqueda de antivirales específicos

  Es en este sendero en el cual el equipo se encuentra encaminado y recientes trabajos realizados probaron combatirlo con éxito “in vitro” utilizando compuestos traídos de Estados Unidos tras un convenio con el National Cancer Institute.

  De un total de treinta drogas recibidas, la investigación mostró que algunas –disulfuros y compuestos azoicos-, inactivan el virus Junín y prácticamente no resultan tóxicas para la célula. Si bien este es un primer paso, el siguiente consiste en ensayar “in vivo” en animales y, por último, en el hombre; los resultados llaman la atención por la puerta de ingreso usada para inhibir al virus. “Se trata de la proteína viral “Z”. Su nombre se debe a la capacidad de poder unirse al zinc, que resultaría –entre otras funciones– fundamental para el ensamblaje y estructura del virus”, explica.

  La lógica de la investigación consistió en atacar este blanco –la proteína Z– para desarmar el andamiaje del agente de esta enfermedad. Las armas de combate fueron compuestos que se estaban probando en Estados Unidos contra otro tipo de virus, el VIH, causante del SIDA.

  Los científicos prosiguen experimentando con distintas drogas para lograr “cazar” a este virus, pero no es la única estrategia que tienen en sus manos.

Otra técnica en marcha, ARN interferente

  Mientras el equipo continúa buscando drogas antivirales específicas, inició también el desarrollo de otra técnica para jaquear el virus. Se trata de una nueva tecnología denominada, ARN interferente. “El ARN mensajero contiene toda la información para sintetizar la proteína que necesita el virus. Esta metodología lo que logra es no permitir que el mensaje sea enviado correctamente. De este modo, el virus se reproduce mal o directamente no logra replicarse”, indica.

  ¿Cómo se lleva a cabo? Fragmentos cortos de ARN conocidos como short interfering RNAs son capaces de inhibir selectivamente la expresión génica al desencadenar la degradación de los ARN mensajeros de la cadena homóloga. De este modo silencian la expresión del gen seleccionado necesario para la reproducción del virus e interfieren así en su propagación.

  La técnica de interferencia por ARN que utiliza como blanco la proteína Z es otro camino alternativo empleado por estos incansables cazadores de virus, quienes no pierden de vista el objetivo final: lograr una terapia efectiva para los enfermos de fiebre hemorrágica argentina.

Más información sobre el tema:

(*) Centro de Divulgación Científica-SEGB-FCEyN.

 

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