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Viernes 23 de junio de 2006

Por el aumento del nivel del mar
El Delta crece menos de lo esperado

El delta del río Paraná crece menos de lo previsto. Si bien entre los años 1750 y 1800 aumentó su superficie en 230 km2, en el siguiente medio siglo creció 148 km2; y apenas logró sumar 96 km2 desde 1950 hasta el presente, según mostró un estudio realzado por investigadores de la FCEyN, que echó por tierra la idea de un delta de avance veloz como ocurría hace siglos. "Si prosigue en el futuro la misma tendencia, dentro de cien años el Delta comenzaría a destruirse por erosión e inundación", asegura el profesor de geología Jorge Codignotto.

Por Cecilia Draghi (*)

  Al parecer, dentro de setenta años -si se cumple el escenario previsto- no se divisarían islas frente a la costanera porteña, como alguna vez se supuso. Es que el delta del Paraná no crece al mismo ritmo que antes. Si entre 1750 y 1800 logró ganar casi tanto terreno como la superficie de la mismísima ciudad de Buenos Aires, en el último medio siglo apenas alcanzó a cubrir menos de la mitad de esa extensión, según un estudio de investigadores de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

  "El Delta sigue creciendo, pero a menor velocidad. Se va deteniendo en relación con siglos anteriores porque el nivel del mar sube; entonces hace inestable el sistema de depósitos de sedimentos que forman las islas. Si prosigue en el futuro la misma tendencia, dentro de cien años el Delta comenzaría a destruirse por erosión e inundación", asegura el profesor de geología Jorge Codignotto, de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, que junto con Rubén Medina realizó una recopilación histórica de los cambios registrados en la zona desde 1750 hasta hoy.

  Con el paso de los años, la lentitud es más notoria. Si bien entre 1750 y 1800 el Delta aumentó su superficie en 230 km2, en el siguiente medio siglo creció 148 km2. Y apenas logró sumar 96 km2 desde 1950 hasta el presente, según mostró el estudio, que echó por tierra la idea de un delta de avance veloz como ocurría hace siglos atrás.

  Es más: para el investigador, si continuaba al ritmo del pasado, resultaba inquietante porque dice que a esa velocidad, en 30 años, tendríamos el pro Delta, es decir la parte que antecede a la formación de las islas -comúnmente conocida como bajos fondos-, en las cercanías de las tomas de agua de la ciudad de Buenos Aires. "Esto complicaría la provisión de agua para más de 12 millones de habitantes", indica el doctor Codignotto desde el Laboratorio de Geomorfología, Dinámica Costera y Ambiental, de la Ciudad Universitaria. A su actual ritmo, el Delta avanza alrededor de 60 metros por año, de acuerdo con la investigación.

Cómo nace un delta

  Cuando se pasea por el paraíso del Delta y se recorre la paz de sus riachos, en verdad se viaja alrededor de un escenario que se formó tras una turbulenta pugna de fuerzas entre el río y el mar. Para llegar a esa geografía espectacular, hubo una silenciosa lucha de corrientes, que finalmente concluyó con el triunfo del río.

  "Si el mar es de alta energía, barre en la desembocadura del río con todos los sedimentos que éste trae y no da tiempo a que se depositen para formar islas. En cambio, si el río reúne más energía que el mar, logra instalar su aporte de limo y arcilla y da origen al delta. En el caso del Paraná, cuenta con un aliado como el estuario del Plata, que actúa como una especie de colchón que calma los embates marinos", precisa Codignotto, investigador principal del Conicet.

  Si los aportes fluviales superan la capacidad del mar para desalojarlos, entonces las islas no tardarán en aflorar. Pero además existe otro requisito por cumplir. "La única condición física para que exista un delta es que haya estabilidad del nivel del mar. Si éste asciende, los sedimentos no llegan a depositarse. Esto ocurre en los deltas más importantes del mundo que actualmente se hallan en pleno proceso de destrucción", señala el investigador.

  Cada año, el mar incrementa su nivel y entre las causas señaladas se encuentra el cambio climático por el calentamiento terrestre.

  "Según algunas estimaciones, en todo el mundo, para el año 2050, el nivel del mar estará unos 48 centímetros por encima del actual, y para el 2100 casi trepará a un metro. En el caso del Río de la Plata, deben sumarse unos 13 centímetros más por acción eólica", señala Codignotto, y luego aclara: "Estas son probabilidades que pueden darse si continúan las mismas condiciones planetarias. Pero si llegan, por ejemplo, a producirse masivas erupciones de cenizas volcánicas, todo se revierte. Esta gran cantidad de cenizas, al girar alrededor del planeta, impedirían que los rayos del sol llegaran a la Tierra y la temperatura bajaría", ilustra quien participa por la Argentina en el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), patrocinado por las Naciones Unidas y la Organización Meteorológica Mundial (OMM).

  Más allá de los futuros escenarios climáticos, el pasado también mostró paisajes muy distintos de los actuales. "Los geólogos sabemos que los cambios en el nivel del mar han ocurrido incontables veces. El nivel más bajo y cercano en el tiempo fue hace 19.000 años, cuando el mar estaba unos 180 metros por debajo de los niveles actuales. Es decir, que se podía ir caminando a las Malvinas", ejemplifica el científico.

El que más aporta

  No sólo el aumento del nivel de mar podría estar influyendo en el retraso de crecimiento del Delta. Otra posibilidad es que se esté registrando una merma en los sedimentos que trae el río y, por ende, eso incida en una disminución de la formación de islas. Pero esta opción fue estudiada y la carga de sedimentos del río Paraná no ha declinado durante el período considerado, según destaca la investigación de la UBA.

  En verdad, si bien transporta los sedimentos, el principal aporte de limo y arcilla no es del propio Paraná, sino que proviene de otro afluente.

  "El río Bermejo es el que más sedimento aporta a la cuenca. En los últimos cuatro o cinco años, el área que recorre en el norte de la Argentina registró un proceso de deforestación, que indicaría una mayor carga de sedimentos, pero esto no ocurrió aún. La naturaleza no siempre responde inmediatamente. Habrá que esperar", concluye Codignotto.

  Si esto se cumpliera, podría generar un nuevo panorama en esta situación. Por ahora, esto no se divisa en el horizonte, al que los investigadores no le pierden mirada.

El Río de la Plata

  "El Plata no es un río, sino un estuario, es decir, un área de intercambio entre agua salada y dulce. Los estuarios tienen olas, mareas y corrientes marinas. El Río de la Plata cumple con estas condiciones. Incluso la sudestada es de origen marino -indica el profesor Jorge Codignotto-. En otras palabras, no estuvo tan equivocado el explorador español Juan Díaz de Solís cuando lo bautizó en 1516 como Mar Dulce."

(*) Centro de Divulgación Científica-SEGB-FCEyN.

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