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Miércoles 18 de octubre de 2006

Sedimentos en la mira para monitorear la contaminación acuática

El deterioro ambiental deja marcas profundas en las partículas suspendidas en aguas del río o en su lecho, que son objeto de estudio para predecir cómo se acumulan los tóxicos.

Por Cecilia Draghi (*)


Una muestra de sedimentos.

  Siempre estuvieron a la vista, pero recientemente los científicos posaron su mirada en ellos a la hora de monitorear la contaminación acuática. Se trata de los sedimentos en suspensión o del lecho. Esas partículas que en el río de la Plata, por ejemplo, le dan su color característico, y también donde perduran por más tiempo el deterioro ambiental. Hoy, no sólo son objeto de estudio en todo el mundo, sino que se busca predecir a través de los sedimentos cómo se acumulan los tóxicos. En esta tarea se encuentran investigadores de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

  "Históricamente, la calidad del agua recibió casi toda la atención. Un gran número de esfuerzos se han realizado y aún se dedican al control de los niveles de contaminantes. Sin embargo, pronto resultó evidente que la reducción de polución en la fase acuosa si bien era necesaria no era suficiente para proteger las propiedades de la comunidad acuática. Es ampliamente reconocido que la mayoría de los contaminantes se concentran en las partículas de sedimentos en niveles que exceden los que se hallan en la columna de agua", precisa la doctora Noemí Verrengia Guerrero a cargo del Laboratorio de Destino y Efectos de Contaminantes Químicos, área Toxicología y Química Legal de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, en el libro "Environmental Pollution, New Research", que próximamente será publicado en Nueva York.

  Arena, arcilla o simplemente cualquier material sólido de desecho suelen ser los sedimentos más habituales que se encuentran suspendidos o depositados en el lecho del río. "Pero su composición es tan variable que no sirven como herramienta de análisis. Por eso, el equipo buscó partículas artificiales para estudiar la dinámica de los contaminantes", precisa la doctora Verrengia Guerrero. ¿Cómo ciertos tóxicos se asocian a los sedimentos?, ¿de qué modo interactúan los contaminantes y las partículas con los organismos vivos? Estos son algunos de los interrogantes que este grupo de científicos intentan develar en su laboratorio. Allí ponen en contacto a todos ellos en un medio común.

  En detalle, mediante análisis químicos efectuados con instrumental de laboratorio sensible, los investigadores calculan la cantidad de tóxicos que son incorporados por ciertas lombrices de agua, tan finas como un pelo, pertenecientes a una especie reconocida a nivel mundial para estudios ambientales. Por otro lado, determinan cuánto queda del contaminante en ese sedimento artificial. En otras palabras, qué parte del total de la sustancia dañina es absorbida por el organismo vivo, y cuál queda en el material artificial. "Si un tóxico se une fuertemente al sedimento artificial, impidiendo que los animales lo incorporen -aún cuando estén expuestos-, entonces dichas partículas podrían servir como un mecanismo de saneamiento o remediación ambiental", indica.

  El equipo del departamento de Química Biológica no sólo trabaja en el laboratorio, sino que acude a las costas del río de la Plata a tomar muestras. Los datos obtenidos experimentalmente se comparan con valores calculados a través de un programa computacional, que intenta simular las condiciones naturales. "Estudiar fenómenos de toxicidad requiere mucha gente y años, un modo de acelerar los tiempos es simulando las posibles situaciones en programas de computación", señala, y a renglón seguido concluye: "El modelo computacional que se está validando pretende predecir de qué modo se comportarán los contaminantes considerando que la porción alojada en los sedimentos puede llegar a influir más que lo que queda disuelto en el agua".

Sábalos, de profesión sobrevivientes


El pez sábalo.

  El pez sábalo (Prochilodus lineatus) es una especie iliófaga, o sea que durante todo su ciclo de vida se alimenta de la materia orgánica presente en el sedimento. Considerando que la mayoría de los contaminantes liberados al ambiente acuático se acumulan en los sedimentos, constituye una de las especies con mayor riesgo de exposición. Para poder sobrevivir en este ambiente hostil, el sábalo ha desarrollado estrategias que le permiten acumular los tóxicos dentro de su cuerpo sin que resulten afectados drásticamente sus procesos fisiológicos normales. Por esta razón es posible hallarlo aún en zonas de descargas cloacales, según destaca la investigadora.

(*) Centro de Divulgación Científica - SEGB - FCEyN.

Nota publicada en La Nación el 18 de octubre de 2006.

 

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