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Miércoles 4 de octubre de 2006

Entrevista a Héctor Otheguy, de INVAP
Tecnología argentina para la exportación

INVAP, Sociedad del Estado, es una empresa con sede en Bariloche, que se dedica al desarrollo de tecnología de avanzada en varios campos. Fue creada por un convenio entre la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y la provincia de Río Negro, y la gerencia general está a cargo de Héctor Otheguy desde 1991.

Por Eva Fontdevila (*)


Héctor Otheguy.

  La empresa desarrolla sus actividades sin presupuestos ni subsidios oficiales, por lo cual su práctica empresarial es como la de una entidad privada que vive de sus ventas y contratos en el país y en el exterior. Actualmente ocupa a 470 empleados, la mayoría profesionales altamente especializados de distintas universidades del país.

  Las áreas nuclear, médica y espacial de INVAP están certificadas bajo la norma ISO 9001, y es la única empresa argentina calificada por la NASA para proyectos espaciales.

¿Cuáles son los proyectos principales a los que están abocados ahora?

En el área nuclear, la puesta en marcha del reactor en Australia. Es un proyecto de 200 millones de dólares, el más importante de exportación que hizo la empresa en toda su historia. En este momento los combustibles están cargados y paso a paso se está llegando a la máxima potencia, cosa que va a ocurrir antes de fin de año. Ya lo están operando los australianos.

¿Cuál es la responsabilidad de INVAP?

En ese proyecto INVAP es el contratista principal. El organismo de ciencia y tecnología nuclear del Gobierno australiano, ANSTO, hizo una licitación internacional en el año 2000, que ganamos. Es un proyecto "llave en mano", nos entregaron el terreno dentro del centro atómico, donde en este momento están la obra civil, las instalaciones y el reactor en sí, y eso es lo que está terminado. Ahora INVAP está supervisando los pasos para llegar a la máxima potencia según un programa preestablecido.

También estamos a la mitad de un proyecto en Egipto: una planta de producción de radioisótopos. En ese país ya habíamos terminado un reactor en el año 1998, similar al de Australia, y estamos haciendo una planta que utiliza el reactor para producir radioisótopos al por mayor, que después son fraccionados en condiciones sanitarias adecuadas para poder ser utilizados con fines médicos. Esa planta tiene una complejidad tecnológica especial. Está listo el edificio, se está haciendo el montaje de los equipamientos y se termina el año que viene.

Esos son los dos proyectos centrales del área nuclear. Y hay otros trabajos -de importancia estratégica para la empresa-, que tienen que ver con compañías norteamericanas, en particular con Westinghouse, que es una de las pocas empresas mundiales que hacen reactores de potencia, y tiene planes muy importantes de construcción de reactores nucleares en distintas partes del mundo; a ellos les estamos haciendo algunos trabajos pequeños y esperamos que con toda la reactivación nuclear que hay en el mundo, especialmente en la parte de generación nucleoeléctrica, podamos incrementar esos contratos.

¿Qué importancia tiene la exportación para INVAP?

Los trabajos de exportación constituyen más de las tres cuartas partes de la facturación de la empresa y tienen la ventaja de que nos asegura independencia de las fluctuaciones de la economía nacional.

También estamos buscando otros proyectos de exportación de Centros de investigación nuclear, donde los reactores son el elemento clave. Habiendo hecho los proyectos de Australia y Egipto sería muy difícil que un país que va a concursar internacionalmente un Centro de estas características no nos invite. Antes teníamos que estar atentos a las licitaciones que aparecían para que no se nos escapara una oportunidad, y después lograr que nos invitaran. A partir del reactor de Australia eso cambió. Hay un reconocimiento mundial. Casi se podría decir que estamos liderando el grupo de tres o cuatro empresas con capacidad de encarar este tipo de obras. De las tres licitaciones importantes que hubo en la década del noventa, a dos las ganamos (Egipto y Australia) y una tercera en Tailandia la ganó un consorcio japonés - americano que no hizo la obra, así que es probable que se cancele el proyecto y tengamos la oportunidad de volver a participar.

¿Cuál es el panorama en el país?

También se ve promisorio a partir del anuncio del gobierno nacional del relanzamiento de la actividad nuclear en una medida que desde hace más de una década no se veía. Con respecto a la generación nucleoeléctrica, cuyo eje es la terminación de Atucha II, ya tenemos un acuerdo con la empresa Nucleoeléctrica Argentina S.A. que opera las centrales de Atucha I y Embalse, y es responsable de la terminación de Atucha II. Estamos preparando propuestas para participar en los trabajos. El gobierno nacional ha creado un fideicomiso para atender la obra, lo cual asegura el flujo de fondos y , por lo tanto, su continuidad.

¿En qué estado está el reactor CAREM?

Estaba parado y ahora se reactiva. Es un proyecto de la CNEA y ahí también estamos esperando que se defina cuál es nuestra participación. Hay una patente de la cual son co-propietarias INVAP y la CNEA. Construir este reactor, que es un modelo nuevo, implicaría reactivar el tema de una tecnología nacional para generación nucleoeléctrica.

CAREM ya genera electricidad a una potencia de 25 megavatios, la que utiliza una ciudad como Bariloche o Zárate, de 100 mil habitantes. Ahora la decisión que tomó el Gobierno nacional es reactivarlo, con la idea de hacer primero este prototipo pequeño y después pasar a uno de 300 megavatios. La diferencia fundamental es que Embalse, Atucha I y II son tecnologías importadas, y esta es una tecnología 100% desarrollada en el país.

Mientras el país crece, tiene que aumentar también la energía que produce, y en ese marco lo nuclear va a ocupar una parte, junto con la hidroelectricidad, el gas, y también las energías renovables como la eólica. Y a su vez si uno tiene desarrollo propio puede exportar, tratando de repetir lo que hemos hecho con los reactores de investigación: primero se hicieron reactores en Argentina (en el Centro Atómico Bariloche), y después se exportaron a Argelia, Egipto y Australia. Uno siempre tiene que mostrar lo hecho en su país para poder vender afuera.

La tercera parte del anuncio oficial es la reactivación de la planta de enriquecimiento de uranio de Pilcaniyeu. En esa obra INVAP fue el contratista principal a fines de la década del 70 pero después fue parado. Los reactores usan como combustible uranio con cierto nivel de enriquecimiento. Estratégicamente si la Argentina pretende tener dominio de toda la tecnología nuclear, tiene que tener esa capacidad. Los clientes en el exterior compran un reactor sólo una vez, pero el combustible es necesario durante los 50 ó 60 años de vida útil que tiene.

¿La devaluación benefició a INVAP?

Claro. Como no cambiaron los precios afuera y los contratos son en dólares, por cada dólar que ingresamos al país en vez de tener un peso tenemos casi 3. Sin embargo los costos internos también fueron aumentando y todos los costos financieros de seguros, garantías, y préstamos subieron; pero yo diría que el efecto neto fue positivo para todas las empresas que exportan.

¿Los favorece la ampliación del MERCOSUR?

En general, sí. Por ejemplo, hemos desarrollado nuevas relaciones con Venezuela. Tenemos un contrato muy importante en el área de medicina nuclear para la instalación de 18 centros de radioterapia en ese país. A la mayoría de los equipos los hacemos nosotros y se le da el service durante cinco años. Ya hay algunos Centros habilitados y a fin de 2007 tienen que estar todos listos. En ese país hasta hace poco se trataba un 15% de los tumores cancerígenos que necesitaban esa tecnología, y con estos Centros se va a poder abordar el 100% de los casos. También es importante porque esos Centros se van a conocer como los que hizo la Argentina, con lo cual, en un tema tan sensible como el tratamiento de enfermedades oncológicas, es un aporte importante para la relación bilateral.

¿En Argentina funcionan esos Centros?

Sí. Hay una cantidad muy importante. Incluso hay más de los que recomienda Naciones Unidas. Lo que sucede es que están mal distribuidos, entonces la gente tiene que viajar y estar lejos de su familia cuando tiene que hacer estos tratamientos. Argentina tiene una escuela de medicina nuclear en Mendoza, la Fundación Escuela de Medicina Nuclear (FUESMEN), que es una referencia internacional en este tema. Ahora también se está haciendo un Centro al lado del Hospital Roffo en la Ciudad de Buenos Aires, con la mejor tecnología y profesionales.

¿En este tiempo de crecimiento incorporaron trabajadores?

En cinco años hemos pasado de 320 personas a 470, lo cual es bueno porque una empresa de tecnología tiene que renovarse. Tenemos ingenieros electrónicos, mecánicos, aeronáuticos, de informática, y algunos técnicos también, de distintas universidades: el Balseiro, la Tecnológica Nacional, la UBA, la de La Plata y otras de todo el país, públicas y privadas. Eso se trata como política en la empresa, tener profesionales con distintas formaciones.

¿Qué desarrollos están llevando adelante en el área espacial?

Ya hemos hecho tres satélites y siempre trabajamos para la CONAE, la Comisión Nacional de Actividades Espaciales, que es la agencia rectora, tiene el Plan Espacial, fija las políticas y es la dueña de los proyectos. Nuestro rol es de brazo ejecutor, como subcontratistas.

En este momento estamos haciendo otros tres satélites. Uno es para una misión espacial de la NASA de Estados Unidos, cuyo objeto es la medición de la salinidad de los océanos desde el espacio. Se llama, en nuestra jerga, el SAC D. Ya hicimos los SAC A, B y C. Lo interesante es que el instrumento, diseñado y construido íntegramente por los norteamericanos, cuesta alrededor de 180 millones de dólares, y lo van a ubicar en un satélite hecho acá. Eso demuestra cuál es el nivel competitivo alcanzando por la tecnología espacial argentina.

El otro proyecto importante es el Sistema Italo Argentino de Satélites para la Gestión de Emergencia (SIASGE), de monitoreo de emergencias o catástrofes mundiales: incendios, desertificación, inundaciones. Italia pone seis satélites, y Argentina, dos, que en total forman una constelación. Al tener tantos satélites el tiempo de re-visita es más corto. Si uno quiere tener una mirada de cómo va avanzando determinado fenómeno, necesita información cada pocas horas, y muchos satélites. Al mismo lugar se lo ve desde diversas perspectivas.

Los dos satélites que estamos haciendo llevan un radar de observación de la Tierra, cuya ventaja es que da un tipo de información independiente si es de día o de noche, o si está nublado.

¿Qué es lo más importante en materia satelital que está viviendo INVAP?

La noticia más importante de este año es la decisión del Gobierno nacional de crear AR-SAT, la empresa de soluciones satelitales argentina, que va a operar los satélites de comunicaciones. Los satélites de observación de la Tierra vuelan a 700 km de altura y dan una vuelta al planeta cada una hora y media. Los de comunicaciones, en cambio, son geoestacionarios, están a 36.000 km de distancia de la Tierra, giran con ella y si uno los pudiera ver los vería siempre en el mismo lugar. Argentina tiene un satélite que es el Nahuel 1, que da servicios de telecomunicaciones. Esta nueva decisión del Gobierno es importante porque nos permite entrar en otra escala, con proyectos más caros (si los satélites de observación cuestan de 10 a 40 millones de dólares, en estos otros hablamos de 100 o 150 millones, según su complejidad y tamaño). Sin la decisión oficial, nunca se hubiera hecho un satélite para exportar, porque nadie va a comprar un satélite a alguien que nunca lo mostró en funcionamiento. Por eso el único que puede tomar ese riesgo es el Estado, que compra ese primer satélite, una vez que está funcionando se abre la posibilidad de exportar.

¿Qué lugar ocupan los desarrollos en temas de Defensa?

Precisamente un área que tiene que ver con alta tecnología y que se ha incorporado en los últimos tres años es el terma de radarización. Tiene que ver con radares de sistemas comerciales, para el control del tráfico aéreo comercial de pasajeros o carga, de tráfico colaborativo -aviones que no tienen problemas en ser identificados- y otros radares (3D) que son para defensa o detección de vuelos furtivos de contrabando, droga u otras razones por las que no quieren ser identificados. En los dos tipos de radares estamos trabajando. Ya estamos fabricando para el Ministerio de Defensa once radares de control del tráfico aéreo. Esos son equipos que en el mercado internacional cuestan entre un millón y medio y dos millones de dólares. Nosotros los estamos fabricando más baratos. Todos los países del mundo tienen algún sistema de vuelo y por lo tanto son candidatos a comprar radares.

¿Cómo hacen para desarrollar alta tecnología para el mercado internacional?

Como se ha hecho en todo el mundo. A las empresas nacionales el gobierno les compra un producto nuevo, lo desarrollan y después están en condiciones de exportar. Nosotros a eso lo llamamos el uso inteligente de la capacidad de compra del Estado. El Estado compra algo que necesita, fabricado en el país.

La investigación básica la financia a través de la Secretaría de Ciencia y Tecnología, las universidades, el sistema científico tecnológico nacional; ahí sí invierte para capacitar y desarrollar. Y está muy bien. En el caso nuestro, cuando el gobierno tiene que comprar radares puede hacerlo -como se hizo durante 50 años- en el exterior, o decidir que si acá hay una empresa con capacidad para realizarlo, le compra una cantidad que pague la inversión en el desarrollo, y tiene un service más rápido, mejor y más barato. Y se genera una fuente de exportación.

¿Ustedes ven este crecimiento como herramienta contra la "fuga de cerebros"?

Es muy importante. Hemos repatriado algunos especialistas que han sido formados en Europa. Lo difícil son las condiciones económicas que podemos ofrecer para un científico, que no son las mismas que en otros países. Lo importante es que haya proyectos convocantes y una política de Estado.

La gran reactivación de la energía nuclear en el mundo puede ser una gran oportunidad o desde el punto de vista de conservar nuestros especialistas, una amenaza. En efecto, al haber estado la actividad nuclear a un ritmo muy lento en los últimos veinte años, no se han formado suficientes recursos humanos para afrontar esta reactivación.

Los norteamericanos capacitaron muy pocos ingenieros nucleares, y ahora con la gran demanda que hay el peligro es que se lleven los profesionales formados acá o en Brasil, con condiciones económicas muy buenas. La oportunidad es que en vez de llevárselos, nos subcontraten, como hace la Westinghouse, entonces los cerebros quedan acá y les vendemos productos. En este sentido, el relanzamiento de la actividad nuclear nacional es fundamental.

¿Ustedes gestionan sus finanzas como una empresa privada?

No tenemos subsidios. Lo único que recibió INVAP hace 30 años fue un capital inicial de la provincia de Río Negro de 150 mil dólares, el apoyo del gobierno nacional a través de varios contratos con la CNEA y, por supuesto, el aporte de profesionales. Los que tuvimos la suerte de estar en el equipo fundador de INVAP, dirigido por el Dr. Varotto, hoy Director Ejecutivo de la CONAE, éramos profesionales de la Comisión Nacional de Energía Atómica. O sea que el gobierno contribuyó con el recurso humano inicial y con trabajos (el reactor en Bariloche y Pilcaniyeu) pero no con plata del presupuesto.

Gran parte del éxito de INVAP se debe a la buena interacción con el sistema científico tecnológico nacional: la CONAE, la CNEA, el CITEFA y otras universidades: UBA, UNLP, del Centro. Muchas especialidades que nosotros no tenemos subcontratamos con ellos. A veces INVAP aparece en las noticias y es un poco injusto. Somos la punta del iceberg. La mayor parte del trabajo, que no se ve, es del sistema científico tecnológico sin el cual no sería posible. Es importante destacarlo.

¿Qué desarrollos tienen vinculados al cuidado del ambiente?

Lo nuclear es una suma de disciplinas: física, química, ingeniería de procesos. También hay mecánica, electrónica. A partir de tener grupos que hacen todo eso en lo nuclear, se pueden abarcar otras tareas porque los equipos ya están formados. Entonces uno lo deriva a solucionar otros problemas.

Desarrollamos plantas para tratamiento de efluentes, plantas químicas que toman los efluentes que no se puede disponer en forma directa al ambiente, los transforman en algo útil si se puede, o si no al menos en algo inocuo que pueda ser almacenado en forma definitiva, o incinerado si es lo más adecuado. Hemos hecho una planta de tratamiento de residuos industriales peligrosos en Zárate, que ofrecía el servicio de tratamiento de sus efluentes a clientes industriales.

INVAP tiene un sector de ingeniería de procesos para mejorar los existentes o tratar los elementos que hay que disponer al ambiente. También hemos construido plantas de liofilización, para conservación de alimentos. Le hemos vendido a México una de estas plantas y ahora estamos armando una para la provincia de Neuquén.

(*) Oficina de Prensa - SEGB - FCEyN.

 

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