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Jueves 29 de septiembre de 2005

Maximiliano Lantz

El pasado 20 de septiembre, se realizó un homenaje a Maximiliano Lantz, cuyo inesperado fallecimiento afectó profundamente a todos los que lo conocieron. Los organizadores del encuentro descubrieron una placa en la puerta del Aula 12 del Pabellón II «en reconocimiento de su gran compromiso como docente e investigador de esta Facultad». Oscar Martínez, del Departamento de Física, y Tito Menéndez, del CEFIEC, fueron los encargados de recordar su paso por la FCEyN.

Por Oscar Martinez (*)


Maximiliano Lantz.

  ¡Qué difícil! ¿no?

  Cuando hay que recordar a alguien lo primero es pensar en qué era único, en qué era singular.

  ¿Y no es justamente en eso? En su obsesión por ser distinto.

  No era muy difícil notar esto, bastaba con sólo verlo. En cada detalle, en cada gesto, en cada acción. Así que lo mejor es simplemente ilustrarlo con anécdotas, esos ejemplos que lo pintan, o al menos que lo van dibujando. Por eso quiero dejar un tiempo de mi charla a que otros cuenten sus anécdotas.

  Yo lo conocí ya recibido, ya profesor. Aunque ya había oído hablar de él. Ese alumno, que con la complicidad de otro singular, no toleraba hacer una práctica estándar, lo mismo de siempre. Me enteré de un grupo que construyó un tubo de Kundt con control de temperatura en labo2, un péndulo de torsión para medir presión de radiación no me acuerdo en que labo. Y un día apareció en mi laboratorio, buscaba hacer algo distinto para labo 6 y 7.

  Y el laboratorio no estaba hecho a su medida, así que a cambiarlo, a poner las cosas ordenadas. No sé si conocían esa manía. Creo que era ordenado para diferenciarse de los físicos. Ni eso nos toleraba. Y construyó un armario para poner las cosas de química que teníamos tiradas por ahí. Y ordenó las herramientas. Y todo lo que armaba debía ser para siempre.

  Pero lo importante venía después. No quería seguir la carrera de física hasta el final. Su compromiso estaba en otro lado. Quizás en la enseñanza. Así que un día me dijo: para enseñar debo investigar, debo estar en el compromiso de la innovación. Y quería venir a trabajar a nuestro grupo. Había que definir un tema.

  Pero nada es tan simple, nadie trabaja gratis en nuestro laboratorio, así que decidimos que debía hacer un doctorado. ¿Cuál era el tema?

  Luego de un intercambio de inquietudes surgió el tema justo. La mecánica cuántica ya había cumplido 100 años y a nadie le importó demasiado. ¿Porqué? Fíjense el alboroto por la relatividad y sus 100 años. Y la mecánica cuántica cambió nuestro mundo: la química, la biología, la tecnología. Y nadie lo sabe. Acá estaba el reto: Entender por qué los físicos habíamos fracasado en transmitir a la sociedad los conceptos de la mecánica cuántica. ¿Por qué el ostracismo comunicacional?

  Y nos pusimos a trabajar. Y elaboramos algunas hipótesis que debíamos contrastar. Y Maxi aborrecía que le explicaran la física desde la matemática. Que sin la ecuación no le pudieran transmitir nada. De hecho ésta había sido la gran barrera entre Maxi y la física tal cual la concebimos en esta Facultad, probablemente en este siglo. Y de la suma de estas cosas salió la pregunta: ¿Cómo enseñar o explicar la mecánica cuántica desde los experimentos? ¿Qué nuevos experimentos se podían hacer gracias a las nuevas tecnologías que fueran contundentes demostraciones de conceptos tan esquivos como la indistinguibilidad de las partículas idénticas? Y muchas preguntas de este tenor.

  Y había que ponerse a trabajar. ¡No! ¡Esperen! Antes hay que inscribirse en el doctorado. Pero eso es otra historia.

  Los experimentos propuestos eran muchos y de distinto nivel. Desde hacer experimentos con fotones para evidenciar el carácter de partículas indistinguibles (este era el más difícil), hasta hacer experimentos de interferencia entre partículas, o exponer la relación entre frecuencia y energía usando LEDS (diodos emisores de luz) de distintos colores. Este último era conceptualmente el más sencillo, ver si el LED rojo absorbe la luz del verde y viceversa, y así ordenar los LEDS según quien absorbe a quien formando el arco iris...

  Pero aborrecer la educación formal también le impidió a Maxi aprender inglés. Supongo que más de uno podrá contar anécdotas de Maxi durmiéndose en clase. Nunca se durmió en una mía, por el simple accidente de no haberlo tenido como alumno. Y como todo lo tenía que hacer de la manera difícil, decidió irse tres meses a un país de habla inglesa para obligarse a aprender.

  Justo me había salido un convenio de colaboración CONICET-NSF para ir a Michigan. En realidad era un convenio que habíamos pedido cinco años antes...

  Pero por la pesificación el dinero solamente alcanzaba para ir hasta Nueva York. Así que Maxi decidió hacer el trayecto Nueva York-Michigan en omnibus. Y para colmo recién operado de una hernia. Creo que su narración de ese viaje es todo un capítulo. Pero lo dejo para otros.

  Por supuesto que llegó allá y lo primero nuevamente fue poner el laboratorio en orden. Todavía quedan resabios de ese orden después de años. Y su inglés mejoró a las trompadas. Todavía lo recuerdan tratando de explicar cómo se conocieron sus padres, insistía en “my mother and your father..” que el interlocutor le pedía que repitiese, e insistía: “my mother and your father..”

  Y la historia del doctorado. ¡Qué historia!

  Como profesor de física se inscribió para hacer un doctorado en enseñanza de la mecánica cuántica. Pero, qué contrarierad, no tenemos carrera de posgrado en enseñanza. Así que debía inscribirse en Física. ¡Qué horror! Un profesor haciéndose pasar por físico. Eso sí, tenía algunos atenuantes, como otras muchas materias de la carrera.

  Pasaron dos años sin recibir respuesta, así que vinieron las presiones: ¿Lo aceptan o no? La subcomisión no se atrevió a responder. Nos entrevistamos. Nada. Desde Michigan dijeron que si nosotros no lo queríamos, allá sí. Que lo aceptaban.

  Finalmente convocaron a una reunión de claustro para debatir el tema. La discusión fue por carriles muy sensibles y relevantes.

  ¿Cuál es la definición de físico?, preguntó alguien.

  ¿Y si después de esto se nos cuelan otros profesores? ¿Si sienta precedente? Y un montón de otros interrogantes similares.

  La respuesta no se hizo esperar, finalmente lo admitían en el doctorado con la condición previa que se resumía en que aprobase las materias que le faltaban para ser licenciado en física. En realidad no lo admitían, la redacción era sutil, lo considerarían. Encima alguien nos felicitó poco después diciendo que esto era una gran conquista. Notable, ¿no?

  La historia por supuesto que sigue, pero no mejora.

  Así que para cerrar solo me queda decir: Algo debía de estar haciendo bien, que tanta gente “importante” le tenía miedo.

(*) Profesor del Departamento de Física, Laboratorio de Electrónica Cuántica.

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