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Jueves 15 de septiembre de 2005

La toxicología y la química

Por Patricia Olivella.

  En el Departamento de Química Biológica se dicta desde hace más de 50 años la materia Toxicología y Química Legal. Al principio, en el Plan de Estudios del año 1957 de la licenciatura en Ciencias Químicas, fue una materia optativa para algunas orientaciones y obligatoria para otras, pero en el Plan de 1987 se estableció como materia obligatoria para todos los químicos.

  La Toxicología -que se nutre de ciencias tales como la Química, la Biología, la Fisiología, la Patología y la Bioquímica, entre otras- ha ganado cada vez mayor relevancia propia como disciplina científica. La Toxicología actual aplica los conocimientos básicos de sus ciencias madre para entender por qué las sustancias causan desequilibrios en los sistemas biológicos, que conducen a efectos adversos a la salud humana y al medio ambiente.

  «La civilización trae aparejada exposiciones cada vez mayores a sustancias ambientales potencialmente tóxicas y por ello la Toxicología adquiere otra dimensión. Una dimensión social, moral, y de aspectos legales por la exposición de poblaciones a sustancias de peligrosidad desconocida o incierta», dice María Luisa Oneto, Jefa de Trabajos Prácticos de la Cátedra de Toxicología y Química Legal de la FCEyN.

  Si se quisiera definir en pocas palabras el objeto de estudio de la Toxicología, podría decirse -en palabras de la Lic. Oneto- que «la Toxicología es la ciencia que estudia las interacciones nocivas entre las sustancias químicas y los sistemas biológicos y evalúa la probabilidad de que esas interacciones ocurran efectivamente».

  Un toxicólogo estudia en forma profunda tóxicos como metales, plaguicidas, solventes y vapores y sus efectos sobre seres vivos y el medio ambiente. Pero su formación también le permite trabajar en toxicología de alimentos, aditivos alimentarios, tóxicos naturales y procedentes del procesamiento de los alimentos, así como también con diversos psicofármacos y sus efectos sobre el hombre.

  El grupo de investigación al que pertenece la Lic. Oneto está dirigido por la Dra Eva Kesten y se orienta hacia la Ecotoxicología y Toxicología Ambiental. «En particular, nos dedicamos al desarrollo de biomarcadores en organismos acuáticos y terrestres, que puedan resultar alertas tempranos de contaminación de estos ecosistemas», explican las investigadoras.

  Mediante la determinación de biomarcadores en organismos terrestres o acuáticos es posible detectar de manera temprana estrés ambiental antropogénico. «Su cuantificación puede ser de utilidad para estimar el grado de contaminación aun cuando se desconozca la naturaleza de los contaminantes», aclaran.

  El grupo de trabajo ha realizado investigaciones previas que sugieren la factibilidad de usar el bivalvo Corbicula fluminea del Río de La Plata como indicador de contaminación en sistemas acuáticos. También las lombrices (Eisenia fetida) se consideran organismos adecuados para evaluar la contaminación en suelos.

  «Se están estudiando respuestas bioquímicas de estos organismos en presencia de diferentes contaminantes orgánicos. En este momento se está poniendo énfasis en los estudios relacionados con suelos contaminados con sustancias orgánicas. Además se están desarrollando metodologías alternativas «in vitro», para determinar citotoxicidad y genotoxicidad de polucionantes. Todos estos estudios ayudarán a reconocer riesgos de contaminación en el ambiente en forma precoz y darán nuevas herramientas para su prevención o atenuación», informan las investigadoras.

Química Legal

  Por sus especiales características, la Toxicología actúa también como auxiliar de la justicia. En el área de Química Legal se estudian, por ejemplo, manchas y rastros (sangre, esperma, tintas, pelos, fibras y pólvora), así como el marco jurídico y las legislaciones nacionales e internacionales vinculadas al manejo, producción e impacto de las sustancias químicas, de modo tal que el toxicólogo está capacitado para actuar como perito, colaborando en la resolución de causas judiciales, y en las regulaciones de inscripción de nuevos productos.

  «Nuestra cátedra ha intervenido a pedido de diferentes juzgados, en la resolución de numerosos expedientes relacionados, por ejemplo, con drogas de abuso, como cocaína y alcohol», comentan Oneto y Kesten.

  Entre los años 1983 y 1987, funcionó un Servicio de Análisis a Terceros. Entre los estudios efectuados pueden mencionarse: estudio de zinc en suero de pacientes con deficiencia gustativa, cobre en suero de pacientes con enfermedad de Wilson, talio en orina de probables intoxicados, plomo en sangre de personas expuestas ocupacionalmente o con probable contaminación ambiental, determinación de metabolitos de plaguicidas organofosforados en orina de intoxicados, etc.

  «Actualmente, nuestro laboratorio se encuentra inscripto en el SENASA, como laboratorio acreditado para la determinación de colinesterasas en muestras de plasma de especies de vida silvestre, dentro del marco de un proyecto interinstitucional para la conservación de la vida silvestre en agrosistemas», concluyen las investigadoras.


Casos de química legal
El As en la Manga

Por Dra. Alicia G. Faletti (*)

  La muerte de Napoleón Bonaparte fue, durante mucho, tiempo un verdadero «crimen perfecto» hasta que nuevas evidencias indicaron que el Emperador había sido envenenado lentamente con arsénico suministrado por uno de sus allegados.

  El descubrimiento del veneno y del asesino sucedió muchos años después, cuando el cabello del mismo Napoleón dio todas (o casi todas) las respuestas.

El as en la manga ¿y en el pelo también?

  Entre los venenos más antiguos usados para asesinar estaba el arsénico porque «no dejaba rastros evidentes en el cuerpo». Los síntomas de intoxicación con arsénico son múltiples y dependen de si la intoxicación se produjo en forma aguda o crónica. Pero los más comunes son vómitos, dolores, problemas hepáticos y renales, lo que hacía confundirlos con úlceras gástricas o enfermedades hepáticas.

  En intoxicaciones crónicas el arsénico se acumula, en el organismo, en tejidos como los del hígado, del riñón, y, sobre todo, en cabellos, uñas y huesos.

  Los primeros intentos para determinar arsénico en los cuerpos fueron realizados por Karl Scheelle en 1775. En 1840 James Marsh demostró la presencia de arsénico en una víctima de envenenamiento. En esa época al elemento sólo se lo podía identificar. Recién a mediados del siglo XX se lo pudo cuantificar y estimar dosis administradas.

Tras la pista del vil no metal

  Muy poco antes de su muerte, Napoleón escribió en su testamento: «Estoy muriendo antes de mi hora, asesinado por la oligarquía británica y su asesino a sueldo», refiriéndose, al parecer, al gobernador de la isla de Santa Elena, Hudson Lowe.

  Cuando Napoleón murió, un cirujano italiano dictaminó cáncer de estómago como causa de la muerte. Fue enterrado en la isla, hasta que en 1840 se lo llevó a París. El cuerpo estaba casi perfectamente conservado, característica típica de los cuerpos envenenados con arsénico. Presentaba sólo una ligera putrefacción en la punta de la nariz y en los bordes de las orejas.

  En 1960, el Dr. Hamilton Smith, del Departamento de Medicina Forense de la Universidad de Glasgow, Escocia, inventó un método para analizar el contenido de arsénico en los cabellos por activación neutrónica. El cabello y las uñas crecen a un ritmo constante y, en intoxicaciones crónicas, el arsénico se absorbe en ellos en una forma igualmente constante, de modo que las pruebas efectuadas con una determinada longitud de cabello muestran cuándo empieza el envenenamiento, cuándo se tomó la última dosis, durante cuánto tiempo, etcétera.

  Con un cabello de Napoleón, Smith determinó que tenía tres veces más arsénico que lo normal. Posteriormente, varios cabellos más fueron analizados. Unos obtenidos de un mechón que Napoleón regaló a una joven en 1818 y otros cuando rasuraron su cabeza al día siguiente de su muerte.

  Los resultados confirmaron que le habían suministrado arsénico en forma constante, cada 15 días. Los picos en los gráficos de arsénico obtenidos del pelo coincidían con el conjunto de síntomas agudos, propios del envenenamiento arsenical, que habían afectado al emperador y que se tenían registrados en los informes médicos de la época.

¡Hay un hongo en mi empapelado!

  Varias personas que lo rodeaban fueron descartadas como sospechosas porque no permanecieron a su lado el tiempo necesario. Sólo el conde Montholon estuvo hasta su muerte, el 6 de mayo de 1821. Investigaciones posteriores encontraron las pruebas definitivas que señalaron a Montholon como el autor del asesinato.

  Estos resultados no conformaron a todos los historiadores, especialmente a los franceses, quienes propusieron la teoría de una intoxicación accidental ocasionada por papeles que tapizaban las paredes, que estaban pintados con arsenito de cobre, y que por el ataque de un hongo liberaban arsénico al ambiente. Esta teoría no tenía tantos elementos probatorios como la anterior.

  En los últimos años, la evolución del análisis instrumental permitió ampliar los alcances de la ciencia forense. Con la técnica de activación neutrónica con espectrometría gamma y detectores de germanio-litio es posible detectar trazas de arsénico del orden de 10-10 a 10-7 g en pocos miligramos de muestra. La misma determinación por métodos químicos tradicionales, requiere un gramo de muestra en el caso de pelos normales.

  Asesinar con arsénico antes de 1840 brindaba al criminal alta probabilidad de éxito pero, con el avance constante de las ciencias, parece arriesgado anticipar que pueda haber crímenes perfectos.

Muchos de los datos y relatos históricos fueron obtenidos de: ·Causa de muerte, de Frank Smith, Editorial Planeta, 1983 · Tratado de Criminalística, tomo II, de Editorial Policial, 1983 · Técnicas de Investigación Criminal, de Fernando Cardini, Editorial Dunken, 2001.

Extractado de Revista Química Viva.

(*) Jefa de Trabajos Prácticos de la Cátedra de Toxicología y Química Legal de la FCEyN.


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