|
|
||||||||||||
|
Lunes 15 de noviembre de 2004 En la Semana de la Biología, este artrópodo atrajo la atención en una de las charlas «Una aventura en ocho patas», a cargo de Cristina Scioscia Por Cecilia Draghi (*)
«En un valle alto de las cordilleras, cerca de Mendoza, he hallado otra araña que construye una tela muy particular. Fuertes hilos irradian en un plano vertical alrededor de un centro común donde se coloca el insecto; pero sólo dos radios están reunidos por un tejido simétrico, de suerte que, en vez de ser circular, como de ordinario, la tela, sólo consiste en un segmento en forma de cuña. En este sitio todas las telarañas tenían la misma forma», escribe Charles Darwin en «Viaje de un naturalista alrededor del mundo». El conocido aspecto de telaraña es en realidad menos frecuente de lo que se cree. «No todas las arañas tejen en forma orbicular (es decir la conocida telaraña circular). En general son pocas las familias que hacen la tradicional telaraña», señaló la bióloga, Cristina Scioscia, del Departamento de Biodiversidad y Biología Experimental de esta Facultad, en su charla «Una aventura en ocho patas», que tuvo lugar en la última Semana de la Biología. Con un pormenorizado relato, la investigadora detalló las características de ese artrópodo, que genera tantas adhesiones como rechazos. Es que, si bien sólo el 0,05 por ciento de las especies cargan con ponzoña peligrosa para el ser humano, su sola presencia provoca revuelo porque siempre se la imagina venenosa. Su mala fama lleva a ponerlas a todas en la misma bolsa. Y algunas en especial son las que más se hacen temer, aún sin motivos: las conocidas como arañas pollito. «Éstas son las menos venenosas de todas. Una sola especie es peligrosa para el hombre y se encuentra en Australia», describe Scioscia. Otra con mala prensa es la «viuda negra». «En la Argentina hay siete especies de viuda negra que no tienen un veneno tan fuerte como la verdadera Latrodectus mactans del hemisferio norte. Es muy poco frecuente que pique a una persona, la probabilidad de encuentro con seres humanos es baja», indica esta especialista que está muy lejos de la aracnofobia. Muy por el contrario, ella, que también trabaja en el Museo Argentino de Ciencias Naturales «Bernardino Rivadavia», centra su interés y fascinación por este artrópodo que puede vivir en cuevas, escondido en papeles apilados, camuflado con el medio y semienterrado en la arena. No faltan los que se hallan en el agua y de un modo más que original. «Algunos habitan en una burbuja sumergidas en el agua. Otros bajo tierra, como la araña albañil. Han conquistado prácticamente todos los ambientes, menos el marino», puntualiza. No todas tejen para cazar
Su cuerpo es una industria textil como pocas. Las glándulas de seda desembocan en las hilanderas y de allí se despliega ese sutil hilo que hábilmente entramado con sus patas forma la red para atrapar a desprevenidos insectos, que sin mayores prolegómenos serán devorados como un verdadero manjar. «Pueden quedar inmóviles por horas sobre una flor a la espera de una mosca, una abeja o una mariposa», indica. Algunas no aguardan quietas a la presa, sino que salen a buscarla. «Se cuelgan y con dos pares de patas sostienen la red que la extienden hasta caer sobre la víctima», define. No faltan las que desarrollan efectos especiales y de sonido para atrapar a su presa. Son las llamadas Mastophora o «bolas spiders», cuyo nombre común en inglés se traduciría como araña de las boleadoras, porque sostiene desde una de sus patas un hilo de seda con una bolita de pegamento en la punta. «Al revolear esa tela, provoca un sonido similar al que hace una polilla para atraer al sexo opuesto. Ésta no resiste el llamado y queda pegada a la tela de la araña», explica. La famosa araña del rincón (Loxosceles laeta), que prefiere vivir en lugares oscuros y tranquilos, donde muy pocas veces llega la limpieza, no es raro encontrarla en las viviendas urbanas. Dispone, como todas las arañas, de un aparato venenoso para matar a su presa y efectuar luego una digestión externa de ella, lo que le permite disponer de nutrientes que sólo succiona. «No es agresiva en forma espontánea, sino que pica al habitante de la casa cuando se siente en peligro», precisa. Las zonas afectadas suelen ser las extremidades superiores, inferiores, cara, tórax y cuello. Pinchazo o quemadura es la sensación que produce. «Si la persona no es tratada inmediatamente, puede sufrir serias consecuencias. El veneno es necrosante y hemolítico, es decir, provoca daños locales en el lugar de la picadura (úlceras y necrosis de tejidos) y posterior destrucción de los elementos sanguíneos, seguido de compromiso hepático, renal, hemorragias internas etc. Si el cuadro no se corrige dentro de las 24 ó 48 horas, la persona entra en anuria, inconciencia y posterior muerte», advierte. Si bien ésta teje su tela y sale de ella por la noche, no todas tienen esta costumbre. «Algunas no tejen telas para cazar. Son cazadoras furtivas. Ven a su presa y la atrapan», indica. La lista de variantes de las arañas es muy larga. Con múltiples diferencias no solo entre sí, sino dentro de la misma especie. «El macho y la hembra son muy distintos en muchas especies», indica Scioscia, quien no oculta su fascinación por los arácnidos. Si bien se hallan las que prefieren esperar a su presa, o las que muestran una actitud ofensiva y salen a cazarla, todas son predadoras. «Y enemigos naturales de cualquier insecto. Es por eso que se está intentando utilizarlas en control biológico, como enemigos naturales de plagas en campos cultivados», concluye.
(*)
Centro de Divulgación Científica - FCEyN. |
||||||||||||
