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Martes 27 de mayo de 2003

Geología
Revelan que Piriápolis estuvo
cubierta por hielos

Según estudios geológicos desarrollados por investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, las playas de Piriápolis, en Uruguay, estuvieron cubiertas por glaciares en un pasado muy lejano. Este hecho es una evidencia más de los cambios climáticos que ha sufrido el planeta a lo largo de su historia.

Por Susana Gallardo (*)

  Los estudios de las rocas que forman parte de la costa uruguaya en Piriápolis permitieron determinar que esa zona, hace unos 600 millones de años, estuvo cubierta por hielos.

  "Las rocas presentan ciertos rasgos que indican que el ambiente en que se formaron estaba asociado a una glaciación o, por lo menos, a una época muy fría", explica el doctor Pablo Pazos, docente e investigador en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, que publicó sus resultados en un reciente número de la prestigiosa revista Gondwana Research.

  Se trata de rocas muy antiguas, cuya edad se remonta al Precámbrico tardío y al Cámbrico temprano, época en que los organismos pluricelulares comienzan a diversificarse. Asimismo, se sabe que en ese extenso período de la historia de la Tierra hubo episodios glaciares que están bien acotados temporalmente.

En busca de las huellas del glaciar

  Un glaciar es una masa de hielo que se origina sobre la superficie terrestre por acumulación y compactación de la nieve. Esas masas heladas, al moverse, acumulan, transportan y depositan sedimentos. Así fueron esculpiendo la superficie terrestre y dejaron sus huellas en diferentes lugares, un ejemplo son los lagos de la Patagonia. En la actualidad, los glaciares cubren casi el 10 por ciento de la superficie terrestre. Pero hace unos 15 mil años, eran tres veces más extensos y sobrepasaban los 1000 metros de espesor.

  Sin embargo, si nos remontamos a un pasado aún más lejano, las rocas de más de 600 millones de años de antigüedad revelan episodios glaciares de mucha mayor intensidad, que llegaron a cubrir casi toda la superficie terrestre. Y esas huellas se han encontrado en lugares muy distantes del planeta. En la actualidad los científicos saben que las áreas que contienen rasgos glaciares muy antiguos estuvieron juntas en un supercontinente.

  "En el Precámbrico hay dos episodios glaciares registrados: el Sturtian, que tiene un poco más de 700 millones de años, y Varanger, que se ubica hace unos 600 millones de años", indica Pazos.

  La glaciación Varanger fue encontrada en muchos lugares del planeta. En Sudamérica, hay registros en Paraguay y Brasil. Si bien en el Río de la Plata nunca se habían hallado depósitos glaciares, la presencia de huellas de esta glaciación en Namibia, África, que estaba unida a esta región, indicaba que aquí también era factible encontrarlas.

  Y así fue que Pazos se dirigió a Piriápolis con la esperanza de dar con algún indicio. Esta ciudad costera presenta afloramientos rocosos que invitaban a ser estudiados. "En un día de campaña, en que había marea baja y sudestada, el viento movió la arena y dejó a la vista un buen indicador de frío estacional, una roca encastrada en otra", relata Pazos.

  Cuando una piedra cae sobre el hielo de un lago, ella queda durante el invierno sobre la superficie. Pero con el deshielo, la piedra cae de golpe, y rompe la estructura de los sedimentos. Pasados miles de años, esos sedimentos se convierten en una roca que alberga, en su interior, una piedra de características diferentes. Esto es un indicador de que esa roca se incrustó allí en una época glaciar.

  "La piedra, que tiene unos 40 centímetros de diámetro, está inmersa en un sedimento arcilloso, que puede ser también arena fina", señala Pazos, y recalca: "No se puede explicar por qué allí hay arena, y luego un bloque de otra roca. La única explicación es que la piedra haya ingresado desde afuera".

  Además, el bloque posee numerosas estrías, que sugieren que fue arrastrado por el hielo. "Ese fue el puntapié inicial para pensar que eso podía vincularse a un evento climático", afirma el geólogo.

El planeta como bola de nieve

  El análisis de los sedimentos fue complementado con datos paleomagnéticos obtenidos por la doctora Leda Sánchez-Bettucci, de la Universidad de la República, del Uruguay. El paleomagnetismo es el estudio de la orientación de los minerales respecto del campo magnético terrestre en el momento en que una roca se formó. De este modo, se puede determinar si el continente, cuando los sedimentos se depositaron, se hallaba en áreas polares o cercanas al ecuador. Según Sánchez-Bettucci, los sedimentos de Piriápolis se habían depositado en latitudes medias a bajas. Es decir, no estaban cerca del polo.

  Uno se imagina que los glaciares están a cientos de metros de altura o en los casquetes polares. Eso es válido para los últimos 500 millones de años -período Fanerozoico-. Pero en etapas más antiguas, las glaciaciones fueron tan importantes que se extendieron hasta los 12 grados de latitud.

  Existe una teoría, que se conoce como el "efecto snowball" (bola de nieve) que explica por qué la tierra llegó a cubrirse de hielo en tu totalidad. "Las grandes extensiones heladas reflejan la radiación solar y no permiten que entre el calor. De este modo se produce un aumento de las áreas congeladas. La masa de hielo acelera su propio crecimiento", señala el doctor Víctor Ramos, profesor en la FCEyN.

  Si bien cuesta imaginar que las playas de Piriápolis alguna vez hayan estado cubiertas de hielo, según el doctor Ramos, "el hecho muestra que el clima del planeta ha ido variando continuamente. Y sigue cambiando, con diferentes velocidades y pausas".

  "Este hallazgo es el primero acerca de una glaciación en esa zona de Uruguay, y por ello es mucho más relevante", subraya Ramos.

  Si Piriápolis estaba cubierta de hielo, ¿Buenos Aires también lo estaba? Al respecto, Víctor Ramos señala: "Si Piriápolis estuvo bajo el hielo, es altamente probable que Buenos Aires también, aunque sus potenciales vestigios han quedado a centenares de metros de profundidad, debajo de los sedimentos pampeanos".

  Por otra parte, el investigador señala un hecho de carácter institucional: dado que en Uruguay predominan las rocas duras, este país posee excelentes especialistas en petrología y en geoquímica, pero tiene una escuela de sedimentología muy incipiente. "Como en Buenos Aires tenemos rocas sedimentarias, contamos con muy buenos especialistas y una tradición iniciada por González Bonorino y otras glorias de la geología argentina", subraya Ramos, y concluye: "Llama la atención que una zona tan accesible como la de Piriápolis, nunca haya sido estudiada por especialistas de ese país".

Continentes a la deriva

  Según la teoría de tectónica de placas, la capa exterior de la Tierra -la litosfera- es un mosaico de lajas que flotan sobre la astenosfera y se mueven, unas respecto de las otras, a una velocidad promedio de unos centímetros anuales.

  Los bloques de corteza continental chocan entre sí y se unen formando nuevos continentes de mayor extensión. Las huellas de esos choques son algunas elevaciones montañosas y también las profundas fracturas que a veces se forman en los continentes y que pueden constituir los centros de nuevas cuencas oceánicas.

  La regularidad en las edades de formación de las cordilleras sería una prueba de que los continentes experimentaron varias veces esos procesos y que se congregaron a través del tiempo en diversos supercontinentes. Estos se subdividieron luego en otros menores, para volverse a juntar millones de años después.

  El último supercontinente, hace unos 300 millones de años, fue el de Pangea, bautizado así por Alfred Wegener, quien elaboró la teoría de la deriva continental entre los años 1910 y 1927. La evidencia de que los continentes habían estado unidos fue la distribución geográfica de fósiles animales y vegetales.

  Estos registros fósiles permiten determinar las divisiones de la escala del tiempo geológico. Sin embargo, éstos no se hallan presentes en rocas que posean más de 600 millones de años de antigüedad. Por esta razón, la extensa historia de la Tierra se divide en dos grandes etapas: el criptozoico (vida oculta), o precámbrico, y el fanerozoico (vida evidente).

  En el primer período del fanerozoico, el cámbrico (570 a 500 millones de años), en que tuvo lugar una explosión de vida que pobló los mares, se produjeron colisiones múltiples entre las placas de la corteza terrestre que dieron lugar al supercontinente llamado Gondwana. Éste se componía de lo que hoy es América del Sur, África, Australia, la India y la Antártida. El hallazgo del geólogo Pablo Pazos data precisamente del momento en que la masa continental denominada "cratón del Río de la Plata" ya había colisionado con África. Sin embargo no se sabe con precisión qué sucedía con la actual zona de Buenos Aires.

  Unos 300 millones de años más tarde (periodo pérmico) Gondwana se unió a América del Norte y Eurasia dando lugar a Pangea. Pero unos millones de años más tarde, en el período triásico (225 a 195 millones de años) Gondwana volvió a separarse, cuando Pangea se dividió en los supercontinentes del Norte (Laurasia) y del Sur (Gondwana). En esta época surgieron reptiles, como los dinosaurios y las tortugas, además de los mamíferos.

  En el terciario (65 a 2,5 millones de años) se rompió la unión terrestre entre América del Norte y Europa y, al final del periodo, se formó el enlace que une América del Norte y América del Sur. Se terminó de formar la Patagonia y tuvo lugar el levantamiento de la cordillera de los Andes.

 

(*) Centro de Divulgación Científica - SEGBE - FCEyN.

 

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