A la página principal

puntitogris.gif (801 bytes)

Opinión        Libros y Revistas         Agenda        Documentos

puntitogris.gif (801 bytes)

PUBLICACIONES

Breviario

Cable Semanal

Educyt

Exactamente

Lista Exactas

MicroSemanario

Buscador
powered by FreeFind


Búsqueda Local
Búsqueda Web

Viernes 31 de mayo de 2002

A más Popper menos Kuhn

Por Jorge Wagensberg (*)

  Yo existo. La realidad existe. Y (la realidad) es (para mí) inteligible. Y objetiva. La ciencia es una representación mental, objetiva e inteligible de la realidad. O sea: en el bosque los árboles se caen aunque no haya testigos y con independencia del humor de un eventual observador o pensador presente o ausente. La ciencia es una construcción universal.

Eso, dicen los filósofos, se llama realismo científico.

Eso, dirían los lectores de Popper, es Popper.

  Yo, digamos, existo. Y la realidad que existe es la mía, la que yo percibo, la que yo comprendo. La ciencia es una representación mental subjetiva cuya inteligibilidad depende de mi momento como individuo dentro de la historia de mi comunidad.  O sea: un árbol que se cae en un bosque, no sólo se cae en un bosque, también se cae dentro de un paradigma, es decir, se cae según una particular manera de mirar y de interpretar. La ciencia es una construcción social.


Karl Popper

Eso, dicen los filósofos, se llama idealismo científico.

Eso, dirían los lectores de Kuhn, es Kuhn.


Thomas Kuhn
  ¿En qué quedamos? ¿Cómo es la ciencia? ¿Popperiana o kuhniana? En su último libro El misterio de los misterios, el filósofo Michael Ruse se plantea este mismo dilema en el evolucionismo biológico. ¿Es el darwinismo una teoría realista o una metáfora idealista? Ruse está a punto de responder en cada página, pero no llega a hacerlo. Su conclusión, después de hacer desfilar a todos los protagonistas desde Erasmus Darwin (abuelo de Charles) hasta los líderes actuales de opinión como Gould, Lewontin, Wilson, Dawkins o Wilson, es que hay tantas razones a favor de Popper como de Kuhn. Interesantísima confusión. Creo saber lo que ocurre.

  La física puede ser más objetiva e inteligible que la biología, la biología que la psicología y la psicología que la sociología. Por eso mismo la sociología contiene más ideología que la física. Pero un físico y un sociólogo pueden ser igualmente científicos si ambos apuran sus grados de objetividad e inteligibilidad al máximo, aunque tales grados sean lógicamente diferentes. Y lo mismo ocurre con diferentes cuestiones dentro de una misma disciplina; compárese, por ejemplo, la genética con la taxonomía zoológica y ésta con la etología.

  El científico, en su proceso de construir conocimiento científico debe ser, por oficio, tan objetivo y tan inteligible como sea posible, dada la complejidad de la realidad que pretende estudiar y dadas las condiciones de su investigación. Hasta aquí es Popper. Pero nadie es perfecto. La objetividad y la inteligibilidad siempre tienen un límite, un límite más allá del cual el método científico rueda en el vacío, un vacío que hay que rellenar con ideología. A partir de aquí es Kuhn. Popper es portador de la buena noticia en ciencia, Popper mide el grado de éxito del método. Kuhn es la mala noticia y mide el fracaso de la empresa científica. Hay pues una especie de ecuación que creo que disipa las brumas de la confusión sobre el carácter popperiano o kuhniano de la ciencia. Sería algo así como: Popper más Kuhn igual a constante. Es decir, en cada ciencia, disciplina científica, tema o cuestión se puede enunciar que cuanto más Popper, menos Kuhn. Y viceversa.

  En definitiva y en esencia: Popper, como buen filósofo de la ciencia, dice cómo la ciencia debe ser y por ello hay que pensar en Popper mientras se hace ciencia; Kuhn, como buen historiador de la ciencia, dice cómo la ciencia es y por ello hay que pensar en Kuhn cuando la ciencia está hecha. Popper es prescripción, Kuhn es descripción.

* Físico y director del Museo de la Ciencia Fundación la Caixa (Barcelona, España)


Entrevista con el científico español Jorge Wagensberg
"Por selección natural o artificial,
de aquí debe salir algo nuevo"

Para el científico, la incertidumbre es la fuerza que impulsa el progreso
Por Nora Bar (La Nación, 3 de junio de 2002)

  El científico español Jorge Wagensberg posee espíritu renacentista: es capaz de pasar de la física de los procesos irreversibles a la economía, y de la arquitectura a la biología con una increíble naturalidad. Tal vez por eso, en lugar de ufanarse de dirigir el Museo de la Ciencia de Barcelona, que cada año recibe 450.000 visitantes, se preocupa por lo que es capaz de provocar en cada uno de ellos: "No es importante el número, lo importante es la diferencia entre el antes y el después de la visita", afirma.

  Hace algunos días Wagensberg estuvo en el país invitado por el Centro Cultural de España en Buenos Aires para presentar un volumen de ensayos que recoge las reflexiones de doce teóricos españoles y argentinos sobre el mundo que se acerca,"Observatorio siglo XXI. Reflexiones sobre arte, cultura y tecnología"(Paidós, 2002) , y para ofrecer una conferencia en el Museo de La Plata sobre la emergencia de las formas en la naturaleza, que finalmente cristalizó en un convenio de cooperación.

-Doctor Wagensberg, en su ensayo usted analiza detalladamente los diferentes sentidos del término progreso. ¿Duda de que exista el progreso?

-Pues... Hay algo que no va: vas a un mitín político y la palabra que más suena es progreso, vas a la ciencia y dicen de progreso no me hables . Para un físico que analiza la evolución biológica, entre la primera bacteria procariota que apareció hace casi cuatro mil millones de años y, digamos, Shakespeare ¡algo ha ocurrido! Hice una revisión de todas las definiciones de progreso que existen, miré dentro de la física y llegué a una propuesta: que un sistema pasa de un estado A a un estado B, donde B es más progresivo que A, si en el estado B es más independiente de la incertidumbre del entorno que en el A.

-Desde su punto de vista, ¿progresar es ganar independencia?

-Desde entonces hasta ahora me he ido reafirmando en esta idea. Yo creo que lo que obliga al progreso es el aumento de la incertidumbre ambiental. Esto sería un buen dato para la situación argentina.

-¿Es decir que la incertidumbre... es positiva?

-En versión optimista, yo creo que lo que está pasando puede ser un revulsivo. Es tanto, la incertidumbre es tan grande, que por selección natural o artificial de aquí debe salir algo nuevo.

-¿Como suele suceder en los sistemas físicos, para que se mantenga el equilibrio, cuando progresa uno retrocede otro?

-No, ése es un gran mito. Hay una ley en física que parece sugerir eso, el segundo principio de la termodinámica. Sin embargo, el mismo darwinismo, que inicialmente se basaba más en la competencia que en la colaboración, últimamente ha demostrado que en las líneas progresivas de la evolución es más importante la colaboración que la competencia. Es decir, la interacción de individuos de manera que el conjunto de los dos es más independiente del entorno de lo que era cada uno por separado. Todo ser vivo -en el sentido más amplio, hasta una organización, o un país- se puede definir como un sistema que tiende a mantener una identidad independiente de los caprichos del entorno. Esa idea lleva a que, para seguir vivo, incluso hay que renunciar a la identidad y buscarse otra identidad. Muchas veces yo creo que cometemos el error de aferrarnos a una identidad que ya no nos toca.

-¿Es lícito extrapolar las ideas de la biología a las organizaciones sociales?

-Bueno, esta pregunta es muy importante. Yo creo que lo que siempre es lícito es transportar las ideas, pero que luego deben desarrollarse dentro de su propio caldo de cultivo. Un economista, un sociólogo, un político, pueden tomar una idea de la biología, pero no una conclusión de la biología. Yo creo que hay una respuesta muy clara a tu pregunta: las ideas siempre pueden volar de un lado a otro, pero no los resultados.

-¿Esa falta de confianza en el progreso responde a la misma moda que las hipótesis sobre el fin de la ciencia y de las ideologías?

-Siempre está esa ilusión de que todo se está acabando cuando se llega al fin de un paradigma, entendido por paradigma la tregua que existe entre dos preguntas diferentes. Pensemos, por ejemplo, en el siglo XIX, cuando los científicos viajaban y estaban descubriendo el planeta. A los biólogos les parecía inagotable aquello. Ahora, por ejemplo, se tiene fotografiado cada centímetro del planeta. Entonces, claro, en ese aspecto se agota un nivel de observación, se agota una idea, pero no se agotan las ideas. Cuando se habla de que se acaba la ciencia, lo que se acaba, por ahí, es la física de partículas elementales tal como hoy la estudiamos. Pero aparecen nuevas preguntas.

-Dada su actual complejidad, ¿es posible explicar la ciencia al público general?

-Yo creo que es un enorme malentendido eso de que la ciencia no se puede divulgar. Por definición, la ciencia es la forma de conocimiento más simple de divulgar. Fíjate que ningún músico se comprometería a explicarle a alguien que disfruta con Julio Iglesias una composición de Beethoven. Es imposible. Pero explicar, por ejemplo, la física cuántica, la teoría de la relatividad, a un ciudadano, yo creo que cualquier científico aceptaría el reto de explicar esas ideas en veinte minutos... Y eso es por la simplicidad que en el fondo tiene la ciencia con respecto a otras formas de conocimiento. Es paradójico.

-Sin embargo, la mayoría de los medios masivos no se siente tentada a incluir temas de ciencia dentro de su menú informativo...

-La ciencia en sí misma es muy provocativa, muy estimulante. El problema es la degradación que sufre cualquier forma de conocimiento al llegar a los medios... En España cada día la televisión es peor: no se busca qué es lo que al espectador le puede interesar, sino que se le pregunta qué es lo que quiere consumir. ¡Vamos! Está muy bien que algunas cadenas lo hagan, pero no todas, ¿no? Lo que falta es despertar en el ciudadano la auténtica curiosidad científica, que yo creo que es muy fácil. Hay temas que ya no podemos delegar. Los científicos yano quieren estar solos.

-¿Y los legisladores?

-Ese es un gran problema. Yo creo que tiene que haber en la opinión pública algo que pueda inspirar a los legisladores y a los políticos. Si no, se lo inventan, y se equivocan. Para esto hay que inventar centros del estilo de los museos. Los museos en muchos aspectos serán las catedrales del futuro: serán lugares de encuentro. Nosotros, en Barcelona, hemos cumplido veinte años en los que cada día pasa algo, eventos científicos que le interesan al ciudadano. Para mí hay que dedicar incluso la mitad del presupuesto a crear actividades, seminarios, conferencias, debates, cursos... Hay muy pocos museos que lo hacen, pero así se crea la opinión científica, que es lo que inspira a los legisladores.

-Volviendo al progreso, ¿usted diría que es inexorable?

-No, naturalmente que no. La naturaleza no tiene ninguna obligación de progresar, y la prueba es que cuando la incertidumbre es baja, no progresa e incluso regresa. El osito koala, que sólo come eucaliptus, está hiperespecializado, pero ¡ay! que le pase algo al eucaliptus, porque él se va detrás. En cambio nosotros hemos progresado debido a la incertidumbre. El conocimiento es en realidad la forma más sofisticada de anticiparse a la incertidumbre. Y, dentro del conocimiento, el científico es el que se anticipa mejor. El futuro es de una enorme complejidad, porque en el entorno de cada uno de nosotros están los demás. La ciencia pretende adivinar el futuro, pero en asuntos tan complicados como éstos yo creo que debemos quedarnos en lo que hacen los economistas, que es predecir muy bien lo que ya ha ocurrido.

 

NOTICIAS | BREVIARIOS | CABLE SEMANAL | EDUCYT | EXACTAMENTE | LISTA EXACTAS
MICROSEMANARIO | OPINION | AGENDA | LIBROS Y REVISTAS | DOCUMENTOS