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26 de noviembre de 2001

Divulgación:
En busca del agua marciana
Por Fernando Ritacco (CyT-FCEyN)

Científicos europeos utilizarán el desierto egipcio para ensayar la eficacia de una novedosa sonda espacial que partirá hacia el planeta rojo en el año 2007


La sonda Mars Netlander acercándose a Marte
(Concepción artística)

  Mientras que al cabo de tres semanas, la sonda estadounidense Odissey, de la NASA, continúa orbitando Marte con el objeto de encontrar agua y realizar otras observaciones geológicas y químicas que podrían ofrecer datos importantes acerca de la posibilidad de hallar vida extraterrestre, otra agencia espacial, la CNES, de Francia, se apresta a probar la eficacia de un nuevo prototipo de nave, bautizada con el nombre de Netlander que, impulsada por un cohete Ariane 5, el año 2007 partirá hacia el planeta rojo en busca del vital elemento.

  Por el momento, el novedoso zahorí mecánico, desarrollado conjuntamente por los galos y un consorcio internacional integrado por agencias espaciales e institutos de investigación europeos de países como Finlandia, Alemania y Bélgica, utilizará la árida superficie del desierto occidental egipcio a la manera de un gigantesco campo de pruebas. Allí, a partir de febrero del 2002, un protipo de las cuatro sondas que porta, llamadas landers, buscará posibles reservas de agua que, presumiblemente, estarían ubicadas -a cientos de metros de profundidad- en una zona cercana al oasis de Siwa, en el noroeste de Egipto, una región que hace millones de años estuvo ocupada por el mar y que en la actualidad presenta características que le otorgan cierto grado de semejanza con la superficie marciana.

 Marte es el cuarto y último de los planetas interiores contando desde el Sol y se ubica en una órbita situada entre la Tierra y Júpiter. Recibe el nombre del dios romano de la guerra y su delgada atmósfera, menor al 1% de la terrestre, está compuesta principalmente por dióxido de carbono (95%) y nitrógeno (3%), lo que la hace irrespirable para los humanos.

  Con un diámetro que se aproxima a los 6.800 kilómetros, poco más de la mitad que el de la Tierra, el planeta rojo, llamado así por el aspecto que presenta debido a la gran cantidad de óxido de hierro de su superficie, es uno de los más pequeños del sistema solar, ya que sólo resulta mayor que Mercurio, y presenta una temperatura promedio de unos 55 grados bajo cero, con variaciones que van desde los 130 grados bajo cero en los polos y durante el invierno, hasta los 27 grados en la región ecuatorial y en el verano, y amplitudes térmicas diarias que llegan hasta los 100 grados

  Las cuatro sondas del Netlander rastrearán amplias zonas de la superficie de Marte e intentarán hallar agua hasta unos dos mil metros de profundidad.

Para cumplir con su misión, una vez desprendidos de la nave madre, los landers caerán con paracaídas en distintos puntos estratégicos de la geografía marciana, recubiertos por envoltorios protectores.


Los Landers desplegándose sobre la superficie marciana (Concepción artística)

  Luego, cada uno de ellos desplegará tres antenas que emitirán ondas de radar con el objeto de detectar la posible presencia de agua que podría estar localizada en el subsuelo del planeta.

  En junio del 2000, la NASA anunció que las imágenes tomadas durante la misión de la Mars Global Surveyor parecían demostrar claramente que, al menos en alguna oportunidad -y quizás aún todavía-, debió haber existido agua en el planeta rojo.

  En ese sentido, el geólogo planetario Patricio Figueredo, del departamento de Geología de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, es categórico cuando en un número pasado de la revista "Exactamente", una publicación editada por esa institución, afirma: "Que en Marte hubo agua es seguro, las fotos tomadas desde su órbita muestran canales fluviales muy claros. Lo que falta confirmar es cómo se perdió o si el planeta la guarda en algún lugar, en napas congeladas".

Canales de leyenda

  A lo largo de la historia, los cuerpos celestes siempre han ejercido un efecto de fascinación en el género humano. Pero fue a partir de principios del siglo XX, cuando el planeta Marte se convirtió en uno de los temas favoritos de los novelistas de ciencia ficción, de los observadores del espacio y del público en general.

  Para esa época, un astrónomo estadounidense llamado Percival Lowell (1865-1916), inspirado en observaciones realizadas con anterioridad por el colega italiano, Giovanni Virgilio Schiaparelli -quien describiera en 1877 una extensa serie de líneas particulares sobre la superficie marciana a las que denominó canali-, sugirió la existencia de una serie de canales que podían deberse a la actividad de seres inteligentes.


  Percival Lowell

   Basado en los datos obtenidos en su laboratorio de Flagstaff, en el desierto de Arizona, Lowell postuló una inquietante teoría: Marte estaba habitado por una antigua civilización cuyas tierras de cultivo se veían sometidas a un grave proceso de desertización. Para lograr sobrevivir, los marcianos debían construir gigantescos canales que les permitían transportar el agua desde las zonas heladas hasta las áreas agrícolas y las ciudades, ubicadas en regiones más templadas.

  A lo largo del tiempo, la audaz hipótesis de Lowell logró pocos partidarios entre los hombres de ciencia, pero alcanzó, en cambio, una gran popularidad y promovió un verdadero interés por el conocimiento del planeta rojo. Muchos años más tarde, a mediados de la década del 60 la sonda Mariner IV demostró que la superficie de Marte era desértica, rocosa e inhóspita, cubierta de cráteres y sin vestigio alguno de la existencia de formas de vida de ninguna clase. El mito de los famosos canales artificiales propuestos por el astrónomo estadounidense terminó de derrumbarse y se comprobó que no eran más que efectos ópticos producidos por las lentes de los telescopios de la época empleados en la observación.

El agua es vida

  A pesar de ello, la atracción científica por Marte continuó intacta y misiones posteriores, como las de la Viking I y II, en 1976, revelaron la existencia de profundos cañones, posiblemente excavados por el paso del agua en épocas remotas. El gran interés por hallar agua en ese planeta responde a un motivo sencillo: sin ella es imposible que exista la vida, al menos tal como se la conoce.

  Según opinan numerosos científicos, es probable que hace miles de millones de años el planeta rojo haya albergado una buena cantidad de agua. De hecho, las últimas investigaciones permitieron establecer numerosas pruebas que parecen indicar que sobre su superficie alguna vez corrieron grandes ríos, existieron lagos y, quizás, hasta un gran océano.

  Sin embargo, muchos investigadores piensan que si han pasado más de 3.500 millones de años desde que hubo agua en Marte, las posibilidades de encontrar alguna forma de vida son bastante remotas. Aún así, algunos consideran que si llegara a existir agua, la vida, eventualmente, podría estar resguardada en algún nicho protegido.

  Aunque en la mayor parte del planeta las temperaturas y la presión son demasiado bajas como para que pueda existir agua en estado líquido, se piensa que parte de ella pudo haberse filtrado bajo la superficie y podría encontrarse en forma de hielo en determinadas regiones de la geografía marciana.

  Precisamente eso es lo que intentarán descubrir los landers de la CNES cuando, de acuerdo a lo programado, en agosto del 2008, se posen sobre el suelo de Marte, desplieguen sus aparatos de medición y comunicación y comiencen a transmitir los datos obtenidos de la estructura interna, subsuperficial y atmosférica del planeta rojo.

 

   
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