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2 de abril de 2001

Una brújula para el pasado

(Carlos Borches, Prensa FCEyN)  El hecho no es nuevo y no por eso deja de asombrarnos. La cuestión es el uso de los saberes de la ciencia que no sólo permiten controlar el presente y prever el futuro sino que además iluminan hechos de un pasado que parecía inabordable. Por ejemplo: ¿Qué señalaría una brújula si estuviera en ciertas coordenadas espaciales pero en tiempos de los dinosaurios?

"Hemos aprendido mucho sobre la formación y evolución del campo magnético terrestre lo que nos permite explicar como variaba su intensidad y la ubicación de sus polos en tiempos prehistóricos" señala John Tarduno, profesor de geofísica del Department Earth and Environmental Sciences en la University of Rochester y autor de un trabajo sobre el tema recientemente publicado por la revista Science.

Para sorpresa de los científicos, el campo magnético de nuestro planeta era tres veces más intenso en el lejano pasado de lo que se creía hasta ahora.

Los investigadores saben que la Tierra contiene un núcleo metálico fundido que al girar desarrolla un efecto de dinamo, creando un campo magnético poderoso. Este campo da lugar a su vez a la magnetosfera, una zona con forma de burbuja, de considerables dimensiones, que impide que la mayor parte de partículas cargadas procedentes del Sol, muchas de ellas dañinas, alcancen la superficie terrestre.

Como es lógico, las características del campo magnético dependen del comportamiento en cada instante del núcleo fundido. El uso de diferentes técnicas nos habían hecho pensar que hace cientos de millones de años, el campo era distinto a como es ahora. Pero si bien esto es cierto, habíamos subestimado su intensidad en la época en la que reinaban los dinosaurios.

Los científicos saben que los polos del campo magnético terrestre se han invertido a menudo. Hace 100.000 años una brújula hubiera apuntado hacia el sur y no hacia el norte. Cuando una roca se forma, por ejemplo tras una erupción volcánica, quedan en ella registradas las características del campo magnético. Así, las partículas metálicas que contiene la lava quedan orientadas en la dirección del campo, formando al endurecerse bandas que lo delatan.

Podemos de esta forma conocer más cosas sobre la tectónica (las rocas se desplazarán después) y el comportamiento del núcleo terrestre. El problema es que si no sabemos la intensidad exacta del campo magnético, las conclusiones no pueden ser completas. Desde hace 40 años, para averiguar este dato se calienta una muestra de roca ígnea y después ésta es enfriada en una cámara aislada de cualquier fuente magnética. Esta operación desmagnetiza la roca, lo que permite repetir el primitivo proceso, esta vez artificialmente, y ver cuánto magnetismo son capaces de mantener sus partículas. Pero este sistema no es perfecto, ya que una roca de millones de años de antigüedad se puede ver contaminada con el paso del tiempo.

Con la aplicación de un nuevo instrumento llamado SQUID (Superconducting Quantum Interference Device), de gran sensibilidad, los científicos han empezado a medir cristales individuales en vez de rocas, lo que permite asegurar que no hay contaminación. Las mediciones realizadas hasta ahora con este dispositivo parecen indicar que el campo magnético terrestre de hace 100 millones de años era tres veces más intenso que lo que decía el antiguo método. El próximo objetivo será analizar rocas de hasta 2.500 millones de años de antigüedad, cuando el núcleo terrestre aún se estaba formando.

 


Información adicional en:
http://www.rochester.edu/pr/News/NewsReleases/scitech/tardunoa.html

Página personal de John Tarduno
http://www.earth.rochester.edu/pmag/john/