Facultad de Ciencias Exactas y Naturales-UBA
  AÑO 14 - NÚMERO 511
  JUEVES, 2 DE SEPTIEMBRE DE 2004
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¿Hay salida para la crisis energética?

  Diversos especialistas analizan el actual problema energético de nuestro país, que en la memoria colectiva remite invariablemente a los masivos cortes de luz de 1988. ¿Cuáles son las causas de este problema y sus posibles soluciones?

  "Estamos frente a una nueva crisis energética en el país". Esta expresión bien podría pertenecerle a un político o a un economista. Los especialistas coinciden en unos cuantos factores para desentrañar el fenómeno:

1) falta de previsión.
2) falta de inversión, y
3) falta de un pensamiento a largo plazo.

  “¿Existen en el Estado expertos que estudien el tema energético con proyección a largo plazo?”, se preguntaba Juan Alemann, en un artículo publicado en el diario “La Jornada”, de la ciudad de Trelew. “No se encomendaron estudios a institutos o a expertos privados y la improvisación termina siendo carísima”, protestaba el economista en aquella nota.

  Simultáneamente, y en tren de buscar motivos igualmente contundentes, hay quienes argumentan que la principal razón de esta crisis es “la restricción de oferta por parte de los productores de gas”. No se debe ni a la ausencia de inversiones ni a la falta de rentabilidad.

  Esta última idea es sostenida por Roberto Kozulj, economista y profesor titular de la Fundación Bariloche. A su entender, el conflicto responde al comportamiento histórico de los transportistas y distribuidores que piden aumentos. No obstante, opina: “Los precios medios del crudo se han incrementado entre un 33 y un 38 por ciento en promedio para los años 2002-2004 respecto a los vigentes durante el período 1991-2001, pero en más del 51 por ciento si se consideran los que rigen en el mercado este año”.

  En cuanto al gas, el experto advierte que lo que la empresas obtuvieron entre 1993 y 2001 fueron 3800 millones de dólares de beneficio bruto, de los cuales el 81 por ciento se repartió como dividendos. Las inversiones para el mercado interno, en cambio, fueron magras. “En conjunto las redes crecieron sólo un 27 por ciento”, explica.

¿Crecimiento inapropiado?

  Otros especialistas afirman que la recuperación económica dejó al descubierto la falta de una política coherente cimentada en remiendos coyunturales y que no ofrece soluciones estructurales. Así lo expresa el ingeniero Ricardo Taborda, director del Laboratorio de Investigación Aplicada y Desarrollo (LIADE) de la UNC, quién advierte que nuestro país ha dejado de planificar obras de importancia. “Hace 30 años, un estudiante común de ingeniería ya estudiaba cuál era la proyección de la demanda y las obras necesarias”, enfatiza.

  Taborda considera que una obra hidroeléctrica requiere unos 10 años entre estudios, planeamiento, crédito y construcción. “A ningún gobernante le interesa gastar ahora para recuperarlo en 10 años”, afirma. Sobre el particular, admite que en el ambiente técnico “todo el mundo lo sabe”, y en todo caso los sucesivos gobiernos “o no han tenido los asesores adecuados o no le han prestado la atención necesaria”.

  Un ligero contrapunto propone el ingeniero Jacinto Arca, titular de la cátedra de Economía de la Energía de la Facultad de Ciencias Exactas Físicas y Naturales de la UNC, cuando indica: “La capacidad instalada en Argentina es acorde con la demanda”.

  Para Arca, no hay nuevas obras porque las señales económicas no han sido lo suficientemente claras para alentar inversiones y mantenimiento. Al mismo tiempo, piensa que “la estructura del modelo energético argentino es tan buena, como para que muchos países deseen imitarla”. En este sentido, el catedrático no intenta desconocer la crisis, pero admite que Argentina tiene “mucha reacción”. “En 1988 y 89 había cortes rotativos, años después, cuando empezaron a correr nuevas normas (1993), la situación se destrabó y tuvimos muy buena calidad energética”, sostiene.

  ¿Pero cuanto hay de cierto en que el crecimiento de la demanda industrial y el del sector eléctrico hayan sido los factores desencadenantes de la crisis? El propio profesor Kozulj, de la Fundación Bariloche, piensa que la situación argentina “está lejos del colapso, salvo quizás en algunos días críticos del invierno”. Vayan como ejemplo los siguientes datos: “En total, la demanda interna de gas creció al 3,6 por ciento anual entre 1993 y 2003. El mercado del GNC sólo representa un 10 por ciento de la demanda, y las exportaciones rondan el 20 por ciento y no afectan la capacidad de transporte”, estima el economista.

  Pero si aún persisten dudas al respecto, es también válida la opinión de quienes trabajan en el Plan Fénix (el proyecto estratégico de la Universidad de Buenos Aires, dentro del cual milita el economista cordobés Salvador Treber). Estos economistas estiman: “La generación disponible supera en alrededor de un 50 por ciento la mayor demanda registrada, mientras que el suministro máximo requerido se encuentra en el orden de los 14 mil MW-hora, la capacidad existente supera los 21 mil MW”.

  En buen romance, todavía la sangre no llegó al río. De todos modos, y a pesar de los fundamentos técnicos y económicos de quienes procuran ponerle paños fríos a la crisis, la posición del gobierno, gira en torno a la coyuntura. “Vamos a pasar el invierno y luego vemos”, comentan. Nadie quiere asumir el costo político de una década plagada de desaciertos estratégicos.

Soluciones se buscan

  En este complejo panorama se proponen soluciones de distinto calibre. Roberto Kozulj advierte que más efectivo que cortar las exportaciones a un país vecino es “establecer un sistema de retenciones móviles sobre los ingresos totales y no sólo sobre las exportaciones petroleras”. El hombre de la Fundación Bariloche piensa que así se podría crear un fondo para la construcción de infraestructura del transporte y de electricidad, que ayudaría a prever la demanda futura y las obras indispensables que garantizaran el suministro.

  Para Fernando Navajas, economista jefe de FIEL y profesor titular de la Universidad Nacional de La Plata, “las soluciones dependerán de la habilidad para diseñar e implementar propuestas que les den opciones a los consumidores, que incluyan mecanismos de subastas y permisos negociables”.

  Los miembros del Plan Fénix son sumamente críticos y entienden que la solución no es otra que regular el precio de gas en boca de pozo. “Las decisiones deben estar fundadas – dicen - en los costos reales de prospección y producción y en una información veraz acerca de los volúmenes de extracción en boca de pozo”. En caso de que se paralicen las inversiones de prospección de reservas de hidrocarburos, será menester que la sociedad constituya los recursos necesarios para resolver el problema. Las mayores retenciones eventuales sobre las exportaciones de gas podrían ser la base de esa estrategia que en la mayoría de los países productores de América Latina se resuelve a través de la gestión estatal.

Economía de la energía

  El ingeniero Taborda, desde una perspectiva social, propone un plan de reducción de consumo en base a necesidades reales. “Hace mucho que se descubrió que el kilovatio hora más barato no es el nuevo, sino el que se ahorra”, expresa. No se trata de dejar de usar, sino de establecer qué cosas técnicamente se pueden hacer para mejorar la eficiencia en el uso de la energía. Desarrollar estudios energéticos a nivel privado y oficial, son las propuestas que sugiere este especialista, advirtiendo que quizás ha llegado el momento de pensar de otra manera.

  Al respecto, el ingeniero Arca reflexiona: “Debemos tener claro cuales son los escenarios futuros y después dejar que la señal económica haga. Así lo íbamos haciendo y andaba bien. Cuando se dejo de pensar en este sentido, se paralizaron las obras”. Para salir de esta crisis, opina Arca, hay que admitir que nuestra energía no sólo es “barata”, sino que los precios están “por debajo de sus costos”. “Estamos dando una señal equivocada a la gente que dice que es un elemento abundante”, destaca, y agrega: “Y si realmente lo fuera, no se debería cortar”.

  “Tenemos que incentivar a la eficiencia que es lo que ha llevado al mundo a tener mejor calidad de vida”, afirma. Desde su perspectiva esta política implica un mayor costo ya que es imprescindible educar al cliente, no obstante, Arca expresa que esto obligará a cambiar la modalidad del consumo. “La eficiencia hará que derrochemos menos, y su consecuencia natural será que la economía en su conjunto se beneficie”, remarca.

Fuente: Hoy la universidad. Universidad Nacional de Córdoba

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