Facultad de Ciencias Exactas y Naturales-UBA
  AÑO 14 - NÚMERO 501
  JUEVES, 27 DE MAYO DE 2004
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Los jóvenes hablan un lenguaje diferente

Por Alejandra Rey (*)

-¿Y cómo andás con ese chico que te gusta?

-Y... yo qué sé. El sábado fuimos de (sic) Sofía, nos cambiamos y salimos a bailar. El estaba ahí. Transamos un rato, qué se yo, y el chabón después se fue con los pibes. Y yo me fui con otro, a charlar.

-¿Y no lo viste más?

-Sí, nada, lo vi a la salida, y me dijo, me dice...

-¿Qué?

-Chau, nos vemos.

-¿Pero qué tal es?

-Y... onda cool.

  Esta conversación ocurrió en una casa de clase media, con padres profesionales y trabajadores, y con una hija que se educa en el colegio Carlos Pellegrini, con buen promedio, apática, cansada constantemente de nada, con pantalones donde el fin de la espalda suele estar desnudo.

  El diálogo, no importa si se entiende o no, es un ejemplo de cómo el idioma castellano ha perdido en bocas adolescentes la riqueza que lo caracterizó. Lo que nos convoca es el lenguaje y, a propósito, hay palabras que los adolescentes no saben qué significan. Juran que el antónimo de simpatía es empatía; que atávico significa algo para ponerse y que soez es "juez" pero mal escrito. Aunque computadora es, en efecto, una computadora.

  El escritor Isidoro Blaisten tiene, además de un excelente humor, opinión formada sobre el fenómeno. "Lo que he notado -dijo- es que todo el lenguaje adolescente gira alrededor de dos palabras: boludo y loco, y una tercera, que es chabón, que curiosamente ha cambiado el sentido.

  "El lenguaje de los adolescentes se nutre de lo que se escucha en los medios de comunicación, y los comunicadores hablan mal. Y no hablo de los viejos periodistas, sino de estos comentaristas de 30 años que suelen ser referentes de los chicos."

  Blaisten dice que todo se complica con el alargue que tiene ahora la adolescencia. Y explica: "Si alguien es una eterna niña, pierde responsabilidad porque los chicos son inimputables. Todo les está permitido: usar menos palabras -no deben de manejar más de 800 vocablos, cuando un adulto medio utiliza el doble-, y adquieren una pobreza idiomática por la falta de lectura y por la malísima educación que se recibe en los colegios. En este país se destruyó el sistema educativo. Una vez Borges [Jorge Luis] me dijo: "Así como habla la gente, así es la gente"".

  Casi con todo lo anterior coincide el ministro de Educación de la Nación, Daniel Filmus. "El fenómeno principal es que los adolescentes usan un código restringido y tienen una capacidad de uso de palabras mucho menor que en otras épocas, porque la sociedad los ha perdido. Es verdad que hay una responsabilidad muy grande de la escuela y de los medios de comunicación, porque no sólo limita el lenguaje, sino que los que son mostrados como modelos exitosos en los medios también códigos restringidos y dificultad para expresarse."

  Filmus asegura que lo que más limita el lenguaje son las frases hechas, las muletillas y los clichés. Y cuando se le pregunta qué hacer, dice: "La herramienta es la lectura, y por eso repartimos cuatro millones de libros. Lo que pasa es que las escuelas abandonaron la lectura como uno de los elementos centrales. Además, el impacto del inglés genera una degradación de la lengua y finalmente los adolescentes no alcanzan a distinguir el lenguaje cofrádico del social".

  Y da cifras que alarman: "En la Argentina se vende un libro de texto cada tres chicos y desde los 90 bajó la venta de 12 millones de libros de texto, a 2 millones".

"Dame una birra, chabón"

  Si se desgrana el lenguaje que utilizan los jóvenes de 12 a 18 años, vemos que está compuesto de palabras frecuentes, mezclado con vocablos técnicos que nacen del conocimiento que adquieren de la computación. Si eso se mixtura con ciertas palabras en inglés, con términos de la llamada "cumbia villera" y el lenguaje acotado de Internet, la mezcla es más explosiva que la de la jarra loca , esa bebida que contiene de todo y sirve para que no logren pronunciar ni sonidos.

  Los adolescentes tienen una inexplicable imposibilidad para escribir sin errores lo que piensan y se les complica el pensamiento a la hora de la redacción.

  Consultadas varias profesoras universitarias, coincidieron en que leer los trabajos prácticos en carreras técnicas es, literalmente, una aventura semántica. Es decir, tienen su propio vocabulario, que saben momentáneo y con el que se diferencian de todo, incluido el de otras tribus urbanas.

  Un trabajo sobre el lenguaje de los adolescentes realizado por la uruguaya María Antonieta Dubourg, catedrática en Montevideo y en Buenos Aires, explica que en todas las épocas los jóvenes "se expresaron de forma distinta de la del grupo etario al que no pertenecen".

Diferenciarse del adulto

  El fenómeno se explica, según Dubourg, porque quieren distinguirse de los adultos en la forma de proceder, de vestirse, en las costumbres y, sobre todo, en el lenguaje. "Si logran que éste, el medio de comunicación por excelencia, sea comprendido sólo por sus pares, actuará como la gran barrera que lo separa de los mayores", dice.

  "Es un lenguaje muy perecedero y que raramente pasará a integrar el diccionario y el vocabulario de las personas cultas. Un lenguaje diferente del que manejamos cuando fuimos adolescentes, lo que no significa que, como tales, no hayamos tenido nuestra forma especial de comunicarnos."

  "El cambio de significado de las palabras es otra característica de este tipo de lenguaje" -dice Dubourg-. "Obvio", que en el Diccionario significa `que se encuentra delante de los ojos´, para los adolescentes quiere decir `por supuesto, seguramente´, y lo usan siempre con tono despectivo y con una exagerada pronunciación de la b."

(*) Diario La Nación.

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