Facultad de Ciencias Exactas y Naturales-UBA
  AÑO 14 - NÚMERO 499
  JUEVES, 13 DE MAYO DE 2004
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El futuro esta aquí
Máquinas e instrumentos nacionales de última generación

Por Valeria Roman (*)

Huelen y pueden detectar desde comida en mal estado hasta distintas cosechas de vinos. Son capaces de chequear que una persona es quien dice ser por su voz con máxima seguridad. Pueden llegar a ver cosas hasta hace muy poco invisibles, como proteínas o el ADN, o detectar la lluvia de rayos cósmicos que caen sobre el planeta. Y tienen la facultad de producir nuevas vidas, a través de la técnica de clonación.

  Eso hacen las diez tecnologías más avanzadas que fueron desarrolladas o instaladas en la Argentina por organismos y empresas. Según un relevamiento del diario Clarín con científicos y tecnólogos, serían las más modernas y destacables del país, aunque la lista no está cerrada.

  Próximamente, habrá más: el Gobierno dará 15 millones de dólares para nuevos equipamientos y empezará a subsidiar gastos de patentamiento en institutos y en pymes, según anticipó el Dr. Lino Barañao, presidente de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica.

  ¿Una mayonesa de ave huele mal? Las cuatro narices electrónicas desarrolladas por científicos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA seguramente podrán determinar si es comestible o no. Si bien hay otros modelos en el mundo, "las narices argentinas tienen la ventaja de ser portátiles y capturar los olores de manera diferente", contó Martín Negri, investigador del Conicet que trabaja en el proyecto con Delia Benik.

  Alimentos, bebidas, perfumes, entre otros productos, pueden ser evaluados por esas narices. Los olores se capturan en una cámara o se aspiran. Y un dispositivo electrónico con sensores de gases manda señales a una computadora que procesa la información y da el veredicto. Así, las narices pueden analizar muestras sólidas, líquidas y gaseosas. Ya se usaron para controlar la calidad de textiles y productos farmacéuticos. El desarrollo de las narices había empezado en 1998 y más tarde recibió un subsidio del programa PRUEVE, del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

  "Es como pasar de una cámara de fotos familiar al último modelo para profesionales", dice la investigadora Claudia Lanari. Con su grupo del Instituto de Biología y Medicina Experimental del Conicet, Lanari está estrenando un microscopio confocal, capaz de aportar imágenes muy nítidas del interior de las células y que permiten avanzar en los estudios sobre cáncer de mama.

  El microscopio (hay sólo tres parecidos en el país) toma imágenes planas que se pueden superponer para, por ejemplo, obtener la imagen tridimensional de una proteína. Fue traído desde EE.UU. gracias a la donación de más de 170.000 dólares que hicieron dos familias argentinas -Ostry y Ferioli- a la Fundación Sales (www.sales.org.ar), que impulsa la investigación en cáncer.

  Para guardias de seguridad desatentos o para garantizar las compras por Internet, existen sistemas biométricos que certifican que una persona es quien dice ser. Los físicos Gabriel Mindlin, Marcos Trevisan y Manuel Eguía desarrollaron un sistema de reconocimiento de la voz que se destaca entre los que ya existen. Según Eguía, los mecanismos disponibles ahora no son del todo confiables: tienen un rango determinado para identificar las voces por "aproximación" con sus registros. De esta manera, aceptan o niegan -por ejemplo- la entrada de una persona a un banco o a una central atómica.

  En cambio, el software que desarrollaron los tres argentinos se maneja con rangos más acotados para analizar si la voz registrada es igual a la voz de la persona por identificar. "El sistema -que incluye micrófonos y computadora- tiene altas probabilidades de ser más confiable que los existentes en el mercado", dijo Eguía. Fue patentado hace diez meses en Estados Unidos por la Universidad de California en San Diego, la Universidad de Buenos Aires y Universidad Nacional de Quilmes. Se espera aún su producción a gran escala. En Estados Unidos hay más de 100 patentes otorgadas y se ha estimado que el mercado moverá 300 millones de dólares el año que viene.

  ¿Existe un microscopio óptico para descubrir qué pasa en la escala del nanómetro, es decir, en la mil millonésima parte del metro? Sí. Esta tecnología fue lograda por primera vez en el mundo en el año 2000 por el equipo de Oscar Martínez, en el Departamento de Física de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires y todavía se sigue perfeccionando.

  El microscopio consiste en una punta metálica que es iluminada por un rayo láser para analizar la superficie de una muestra de lo que se quiere estudiar. Permitirá estudiar moléculas del ADN y semiconductores para electrónica.

  En un edificio bordó de la Facultad de Agronomía de la UBA ya preparan todos los detalles para empezar en dos semanas a producir por clonación vacas, ovejas y cabras. Será la primera vez en un organismo público. El intento está a cargo del doctor Daniel Salamone, quien participó en el proyecto de la empresa nacional Bio Sidus que logró vacas clonadas y transgénicas en 2002. En enero pasado, también consiguió hacer clones de clones, que servirán para producir la hormona del crecimiento humano.

  El grupo universitario de Salamone cuenta con un equipamiento comprado con apoyo del Fondo para el Mejoramiento de la Calidad Universitaria y la Secretaría de Ciencia. Incluye un estirador para producir pipetas y un microscopio invertido (viene con joysticks), que se usará para sacar los núcleos de los óvulos.

  Esas células se fusionarán con las células donantes al ubicarse por debajo de una lupa estereoscópica. Los embriones resultantes de esa unión recibirán un shock desde un aparato de electrofusión y se activarán luego con drogas. Entre otros objetivos, este equipo de la UBA pretende producir por clonación animales con lanas más resistentes.

  Cerca de Malargüe, Mendoza, trabaja el cazador de rayos cósmicos. Se trata del único observatorio en el mundo que combina el uso de dos tipos de detectores de estos rayos, invisibles para el ojo humano y que contienen las partículas con más energía del Universo que se conocen hasta el momento.

  El complejo ocupa 3.000 kilómetros cuadrados a cielo abierto y forma parte de un proyecto que impulsan 15 países, incluyendo a los Estados Unidos, Australia, Italia, España y Gran Bretaña (www.auger.com.ar).

  Según Alberto Etchegoyen, investigador de la Comisión Nacional de Energía Atómica y el Conicet, los detectores del observatorio -telescopios de fluorescencia atmosférica- mandan la información a un centro de procesamiento a distancia. Con estos datos, más de 200 científicos esperan desentrañar de dónde vienen los poderosos (y misteriosos) rayos cósmicos.

  El observatorio mendocino empezó a ser construido en 1999 y su finalización está prevista para fines del año que viene. La comunidad en general ya lo puede visitar después de solicitar turnos. Incluso se reciben a grupos de escolares.

  El satélite SAC-C llegará en noviembre próximo a cumplir el tiempo de "vida" mínima (cuatro años) que le adjudicaron sus creadores, pero parece que quiere desafiarlos y extender su misión de orbitar la Tierra.

  Fue lanzado el 21 de noviembre de 2000 desde una base estadounidense, pesa 485 kilos y pasa todos los días alrededor de las 10 de la mañana a 700 kilómetros sobre el territorio argentino.

  "Siempre funcionó diez puntos", comentó Raúl Colomb, de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (www.conae.gov.ar), el organismo público que está a cargo de la misión.

  Con su cámara de teleobservación y varios instrumentos, el satélite artificial argentino -construido por la empresa estatal INVAP- ya aportó imágenes para más de 200 proyectos de investigación científica y tecnológica.

  Gracias a la sagaz mirada del satélite, se pudieron hacer estu dios sobre las aguas del Río de La Plata y áreas adyacentes (realizados por el proyecto Freplata de la Argentina y Uruguay) y se logró un mapa más preciso del país, que fue elaborado por el Instituto Geográfico Militar.

  También el satélite SAC-C permitió seguir el avance de las últimas inundaciones de la provincia de Buenos Aires y Santa Fe, y hasta desarrollar un trabajo sobre el Lago Victoria en Africa oriental, que baña las costas de Uganda, Kenia y Tanzania (sí, porque el satélite también espía otros continentes cuando da la vuelta alrededor del planeta).

(*) Diario Clarín.

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