Microsemanario
			     Año 11 número 471
		      Miércoles 19 de diciembre de 2001

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>>	UN DIA HISTORICO

	Los primeros  rayos  del sol están aclarando el cielo en las costas
del Río de  la  Plata.    Se  escuchan  todavía unas pocas bocinas y lo que
habitualmente es el inicio  de una jornada de trabajo, hoy es el epílogo de
una  noche que seguramente pasará  a  la  historia  y  cuyas  consecuencias
inmediatas son objeto de las mas variadas especulaciones políticas.

	Como informamos en la breve síntesis  de  ayer, el gobierno decretó
el estado de sitio luego de que  le estallaran los reclamos sociales frente
a sus narices.

	Fue  un  cóctel  explosivo  que el Presidente Fernando  De  la  Rúa
permitió  que  se  combinara  subestimando todos los indicios que  diversos
analistas   anunciaron  desde  el  virtual  congelamiento  de  las  cuentas
bancarias con sueldos y ahorros de millones de argentinos.

	Y  finalmente    explotó  anoche  con  una  movilización  masiva  y
espontánea que sólo  en los alrededores de la Casa de Gobierno, el Congreso
Nacional y la residencia  presidencial  de  Olivos, logró reunir a miles de
manifestantes.   Lamentablemente, la policía,  luego  de  varias  horas  de
manifestación pacífica, puso en marcha un insensato mecanismo para despejar
los lugares públicos que generó enfrentamientos, heridos  y  destrozos  por
doquier.  Afortunadamente no se sumaron nuevas víctimas  a  las ocho (OCHO)
que hubo que lamentar durante los saqueos del día de ayer.

	Hasta  hace  poco tiempo, la sociedad se había acostumbrado  a  las
jornadas  de  piqueteros  que  bloqueaban  rutas,  calles  y accesos a  los
puentes.  Miles de personas a lo largo del país, unidos  por  la  miseria y
expulsados del  mercado  laboral  fueron  adquiriendo una identidad bajo el
nombre  de piqueteros.    Los  sectores  medios,  pequeños  comerciantes  y
trabajadores de cuello blanco, pasaron de tener una mirada compasiva frente
a estos reclamos a presentar  una actitud francamente hostil justificada en
los trastornos que ocasionaban sobre el comercio y la libre circulación del
tránsito.

	Pero  el "corralito" que supo armar sobre  los  sueldos  y  ahorros
depositados  en  los  bancos y esta acción compulsiva  a  la  bancarización
cambió por completo el escenario.  El gobierno interponía una barrera sobre
el libre acceso a los ahorros al tiempo que generaba una catastrófica caída
en  el  consumo  que  puso  a los comerciantes en una situación  dramática,
justamente en un mes que es clave para compensar los meses más flacos. 

	Desde  la  semana  pasada  en  distintos  puntos de la capital y el
conurbano bonaerense fueron los sectores medios quienes comenzaron a actuar
como  piqueteros.  Calles  centrales  de  los  barrios  de  Palermo,  Once,
Belgrano, las principales avenidas de  los  partidos del Gran Buenos Aires,
fueron cortadas por comerciantes y vecinos  cansados  de  la  situación que
estaban  viviendo.    Oficinistas  del microcentro porteño  se  unieron  en
apagones y protestas en la "City" porteña.

	Como si estos fueran pocos indicios de lo  que  se cultivaba, si la
clase media se volvía piquetera, los sectores marginados de  la sociedad de
consumo   pasaron  a  la  acción  directa  bajo  esa  modalidad  consagrada
mediáticamente como  saqueos,  cuyas  imágenes  quedaron unidas al derrumbe
alfonsinista.

	Casi diez días  pasamos  con  cortes  y  saqueos  que aumentaban en
número día a día  sin  que  el  gobierno reaccionara, y cuando reaccionó no
hizo  más  que  prender  un  fósforo  en  un  ambiente  saturado  de  gases
explosivos.

	Pero  la gestión del Presidente De  la  Rúa  supo  transformar  una
comprometida  situación  heredada  en  una  calamidad.     La  ausencia  de
decisiones  y una actitud frecuentemente deshubicada erosionó su  figura  y
despilfarró el capital político que lo llevó a la presidencia.

	Para muestra alcanza un botón:  a lo largo  del  día,  y  tal  como
anunciamos en la edición de ayer del Micro, se esperaba  la  presencia  del
Presidente  para  hablar  sobre  el  estado  de  sitio.    Sólo faltaba  la
confirmación presidencial.  Sabiendo que el presidente se haría presente en
el Salón Blanco de la Casa de Gobierno fueron todos los medios nacionales e
internacionales para escuchar la  palabra  del primer mandatario, pero sólo
hubo felicitaciones a los oficiales  que  habían  sido  ascendidos.  ¿Nadie
sabía que De la Rúa quedaría  nuevamente  expuesto  al  ridículo  con  esas
palabras absolutamente desvinculadas con lo que estaba sintiendo el país?   

	La nueva ridiculez aumentó la presión de  los  argentinos  y cuando
unas horas más tarde De la Rúa salió  a decir lo que dijo puso en marcha la
protesta.

	Espontáneamente  la  gente  comenzó  a salir a la calle  y  de  los
barrios fueron convergiendo casa de Gobierno y al Congreso.   Eran miles de
personas,  de un amplio abanico social, sin convocatorias de organizaciones
políticas y  sindicales  que  coreaban  "que  se vayan" alternandolo con el
himno nacional.

	Quién consideró que  había  que  poner  fin  a  esas manifestacines
pacíficas,  instruyó  a  la    policía   que  comenzó  a  reprimir.    Eran
aproximadamente las 2 de la madrugada cuando los gases lacrimógenos y balas
de goma empezaron a despejar las  calles  desatando una bronca generalizada
y, porque no, permitió que algunos grupos  que  hasta ese momento se habían
mantenido en calma, o controlados por los mismos  manifestantes, comenzaran
a apedrear bancos, cabinas telefónicas.

	 Ya amaneció completamente, son las seis de la mañana  y nadie sabe
que gobieno tenemos en este momento los argentinos.  Un  esperable  epilogo
para dos años de un gobierno vacilante y un presidente que  parece  habitar
en otra galaxia.

Enrique Stroppiana 
Carlos Borches


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FIN DE LA EDICION DE MICROSEMANARIO

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