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Año 6 - Nro. 218 - 2da. Sección
21 de marzo de 2003
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21 de marzo de 2003	     	           		Año 6 Nro. 218		
			   Segunda sección
_______________________________________________________________________

%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%  INDICE  %%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%

---------------------------  CIENCIA Y TECNICA  -----------------------

	BUSCANDO VIDA ENTRE LAS ESTRELAS	
	Entrevista a Guillermo A. Lemarchand
	Por Patricia Olivella
	EL DESAFÍO A LA BIOLOGÍA MOLECULAR
	Priones, retrovirus y viroides
	BREVES DE CIENCIA Y TECNOLOGIA
	EFEMÉRIDES

------------------------  TODOS DICEN LO SUYO  ------------------------

-----------------  CURSOS, BECAS, SEMINARIOS, CONCURSOS  ---------------

	CURSOS, BECAS, SEMINARIOS
	Generales, Educación,  Ciencias Sociales, Ciencias Exactas
	e Ingeniería, Ciencias  Naturales,  Ciencias  de la Salud.
	
%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%

--------------------------- CIENCIA Y TECNICA -----------------------------

[]	BUSCANDO VIDA ENTRE LAS ESTRELAS	
	Entrevista a Guillermo A. Lemarchand
	Por Patricia Olivella

	Cuando uno habla de bioastronomía resulta casi  inevitable  que  se
	despierten  susceptibilidades  acerca  de  sospechosas búsquedas de
	marcianitos, alienígenas  y  Ovnis.    Sin embrago, lejos está esta
	nueva rama de  la Astronomía de parecerse a las pseudociencias.  El
	interés por descubrir organismos  vivos fuera de nuestro planeta ha
	motivado el interés y el  trabajo  de astrónomos y biólogos que han
	abordado el tema con seriedad y  rigor  científico.  Tal es el caso
	de Guillermo A.  Lemarchand, físico argentino,  discípulo  de  Carl
	Sagan    y    actual  Director  del  Proyecto  SETI  (Search    for
	Extraterrestrial  Intelligence)    en  el  Instituto  Argentino  de
	Radioastronomía e investigador  del Centro de Estudios Avanzados de
	la UBA.

	Guillermo Lemarchand nació en  Buenos  Aires  hace  39  años.    Su
interés por comprender lo que  veía en el cielo estuvo presente en él desde
que puede recordar.  "El solo  hecho  de  contemplar  el  cielo y tratar de
entender  qué  es  lo  que  uno ve,  despierta  la  curiosidad",  dice  con
naturalidad.  "Desde aquella edad temprana, la pregunta obvia, que no podía
dejar  de  hacerme,  era  si estamos solos en el  Universo".    Su  interés
inicial, continuó y lo llevó a cursar estudios de Física  en la Facultad de
Ciencias  Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires.   Allí,  a
falta  de  una  carrera  específica  de  Astronomía,  junto  a  un grupo de
estudiantes interesados en  el tema organizaron una Comisión de Astrofísica
para fomentar el estudio  de  la física aplicada al espacio y compartir, de
algún modo, su interés común.    "Fui muy afortunado porque en los primeros
años  de  la carrera tuve la  oportunidad  de  organizar  junto  con  otros
estudiantes    las    primeras   Jornadas  Interdisciplinarias  sobre  Vida
Inteligente en el Universo que se realizaron en la Facultad en el año 1985.
Eso me puso en contacto con la gente que  estaba trabajando en el exterior,
con los cuales empezamos a trabajar en la Argentina en  el  proyecto SETI",
nos relata.

	Con  esta  sigla  SETI,  iniciales  de Search for Extra Terrestrial
Intelligence (búsqueda  de  inteligencia  extraterrestre),  se  definen los
programas mediante los  cuales  se investiga sobre la posible existencia de
civilizaciones tecnológicamente evolucionadas más allá de la Tierra.  Estos
estudios,  se  realizan empleando radiotelescopios,  que  rastrean  señales
provenientes del espacio profundo, las cuales  podrían  ser  el producto de
seres similares a nosotros.  La historia  comenzó  hace casi 40 años cuando
el  astrónomo  norteamericano  Frank  Drake  utilizó  por  primera  vez  el
radiotelescopio de Green Bank para detectar emisiones lejanas de  radio que
indicaran la  presencia  de  civilizaciones  inteligentes.  Aquel histórico
día, Drake sólo  pudo  escuchar  el ruido de fondo del cosmos, similar a la
interferencia que se escucha  cuando  se  sintoniza  mal  una  radio.   Sin
embargo,  ese  fue  el  puntapié    inicial    para  un  nuevo  uso  de  la
radioastronomía.  Desde entonces y hasta  hoy,  se  han  acumulado  más  de
350.000 horas de escucha espacial.

Llamáme antes de venir
	"Las   distancias  que  nos  separan  de  otras    estrellas    son
excesivamente grandes y no nos es posible diseñar  una  nave para que pueda
ir hasta ellas", explica Lemarchand cuando se le pregunta  por qué se busca
vida  extraterrestre de este modo.  "Por el momento no  tenemos  tecnología
como  para  buscar vida más primitiva porque no podemos acercarnos a  otras
estrellas.    Algunos especulan con que exista la posibilidad de algún tipo
de vida  en  alguna  de  las  lunas  de  los  planetas  gigantes como Titán
(Saturno)  o  Europa   (Júpiter).

	Las agencias espaciales europeas y norteamericana ya  comenzaron  a
preparar naves interplanetarias automáticas para explorarlas.  Sin embargo,
todas estas misiones son muy costosas y demandan muchos  años".   En cambio
si las hipotéticas  civilizaciones  extraterrestres  hubieran  desarrollado
tecnología, encontrarlas tal vez  sería  más fácil.  "Si especulamos que la
vida pudo haber surgido en  otros  mundos,  en  otras  estrellas, uno puede
también especular acerca de la posibilidad  de  que, con tiempo suficiente,
esa vida pueda haber desarrollado inteligencia y,  con  tiempo  suficiente,
esa inteligencia haya desarrollado tecnología.  Tan pronto  se  dispone  de
tecnología  para   comunicaciones  y  exploraciones  radioastronómicas,  es
posible manifestarse al  resto  del  cosmos  como civilización y establecer
comunicaciones con otras civilizaciones.  Por ejemplo, a través de envío de
ondas de radio que se propagan a la velocidad de la luz, que son fáciles de
generar, fáciles de detectar y tienen  la virtud de poder ser portadoras de
gran  cantidad  de información a un costo  energético  realmente  reducido.
Teniendo en cuenta todos estos hechos uno puede  especular  acerca  de  que
pueden  existir otras civilizaciones que son inteligentes, llegaron a  este
tipo de conclusiones y están haciendo transmisiones de mensajes para  darse
a conocer a sus vecinos cósmicos".

	En el año 1985 la Sociedad Planetaria,  organización  sin  fines de
lucro fundada por Carl Sagan, construyó un analizador  de  8,4  millones de
canales  conocido  con  el  nombre  de  META (Mega-channel Extraterrestrial
Assay) que fue instalado en el radiotelescopio del Oak Ridge Observatory en
la  Universidad  de  Harvard.    Apenas  cinco años más tarde, la  Sociedad
Planetaria  instaló  un analizador espectral similar -el META II- en una de
las  antenas    de  30  metros  de  diámetro  del  Instituto  Argentino  de
Radioastronomía (IAR).  La Argentina fue pionera en este campo y, aunque él
no lo diga, Lemarchand  tuvo  mucho  que  ver  en eso.  No sólo su profundo
interés  en la búsqueda de  inteligencia  extraterrestre  sino  también  su
activa militancia en favor de crear  conciencia  sobre  la  responsabilidad
social  del científico (ver "Los científicos...") despertó  el  interés  de
Carl Sagan, quien lo invitó a trabajar durante  un  año  junto  a  él  como
Visiting Fellow, en la Universidad de Cornell.

	"La Argentina era un buen lugar para la  instalación  del Meta II",
explica  Lemarchand  con  humildad.    "En  el  hemisferio  sur  hay  pocos
radiotelescopios  y  nosotros  teníamos una de las antenas del IAR  que  se
utilizaba  únicamente  de  noche,  para  un  proyecto  de  relevamiento del
continuo de  radio.    Empleándola  durante el día para el proyecto SETI se
optimizaba el tiempo  de  antena  de  los radiotelescopios del IAR.  Ahora,
hace 2 o 3  años,  los  australianos comenzaron a utilizar una antena de 60
metros  para  hacer  investigaciones SETI  pero  lo  hacen  mientras  otros
observadores usan la antena para hacer estudios de astronomía convencional.
Ellos detectan todas las señales que van  llegando  y las analizan para ver
si hay alguna señal artificial, pero no pueden  controlar  el movimiento de
la  antena.    Nosotros  sí".  Guillermo A.   Lemarchand  es  director  del
proyecto  SETI que se desarrolla en el IAR y que  está  financiado  por  la
Sociedad Planetaria.  El IAR tiene dos antenas, una de ellas es la que está
conectada al analizador espectral de 8,4 millones de canales construido con
fondos provistos  por  la  Sociedad  Planetaria.    "La Sociedad Planetaria
también financió la  estadía de dos ingenieros argentinos en la Universidad
de Harvard, donde construyeron  el  aparato  que  está  hoy instalado y que
fuera inaugurado el 12 de octubre de 1990", explica.  "Desde ese momento se
hizo un relevamiento de todo el cielo del hemisferio sur y se han analizado
algo así como 20 billones (20 seguido  por  12  ceros) de señales distintas
que provenían del espacio".

¿Hay alguien ahí?

	"La  mayoría  de  las  señales  analizadas eran ruidos  de  fondo",
continúa  relatando  Lemarchand.    "El  analizador espectral encontró unas
4.000 señales  que  tenían  las  características que nosotros esperamos que
tengan las señales  de  origen  artificial.    Sin  embargo  de estas 4.000
señales, la mayoría eran señales inteligentes pero...  de origen terrestre.
O sea, eran interferencias locales.    Al  hacer un análisis más exhaustivo
solamente  quedaron  unas  30  señales  que   nunca  pudimos  vincular  con
actividades terrestres.  Pero, lamentablemente, cuando volvimos  a  apuntar
la antena hacia el mismo lugar del espacio  donde aparecieron esas señales,
éstas no se volvieron a repetir.

	La  pregunta  que  surge  en  forma  inmediata  es  si    en  otros
observatorios,   por  ejemplo  en  el  hemisferio  norte,  también  se  han
registrado  señales  sin  explicación, ya que es bastante poco probable que
alguna  civilización  extraterrestre  "transmita   en  exclusiva"  para  la
Argentina.  La respuesta es  sí.   Sin embargo, no hay que cantar victoria,
la  falta  de  explicación  sobre el  origen  de  estas  señales  está  más
relacionado con fallas en los sistemas análisis terrestres que con mensajes
reales extraterrestres.

	"En particular, los que detectamos este tipo de  señales  somos los
que  usamos  el  mismo  aparto" comenta Lemarchand.  "Sucedió  en  Harvard,
cuando tenía el Meta I y nos sucedió a nosotros.   Eso tiene que ver con el
sistema  que se utilizaba para eliminar las interferencias terrestres.  Los
que usan  otros  tipos  de  sistemas  logran explicar como interferencia la
mayoría de las  señales.    Por  eso  si bien nosotros no fuimos capaces de
explicarlas, hay una creencia  de que se trata de señales de interferencias
espúreas generadas en la Tierra.    Yo  diría que lo más seguro es que sean
interferencias terrestres".

	Para evitar estas falsas alarmas, en  el  año  1996  se  comenzó  a
cambiar todo el sistema de adquisición de  datos para modificar la forma en
la que se hacen las reobservaciones.  El  trabajo  recién  finalizó  el año
pasado.   "Todos estos cambios en la tecnología fueron  diseñados  en  este
caso por los ingenieros del IAR, pero nuevamente con el apoyo financiero de
la Sociedad Planetaria".

Mirando para afuera, mirando para adentro

	Es difícil pensar qué le sucedería a la humanidad si de  pronto  se
encontrara con la certeza de que no está sola en el Universo  y  que  algún
organismo  vivo  está  enviando   señales  que  nosotros  podemos  detectar
¿Cundiría el pánico?  ¿Nos  armaríamos hasta los dientes?  ¿Nos volveríamos
más violentos o nos uniríamos más?    ¿Nos  haría más humildes?  ¿Cambiaría
realmente algo?

	"Obviamente, lo primero que vamos a saber  es  que no estamos solos
en  el  Universo  -dice  Guillermo  Lemarchand-  independientemente de  que
entendamos o no el contenido del supuesto mensaje.   Podríamos detectar una
señal  artificial  pero  que no contenga estrictamente un mensaje, que  sea
algo así como una luz de un faro que se enciende.    Sin  embargo,  eso nos
estaría  mostrando  que hay alguien que construyó ese faro, y que por  ende
tuvo que haber sido alguien inteligente.  Esa sería la primera evidencia de
que no  estamos  solos  en el Universo.  Si viniera un mensaje encerrado en
esa  señal,  probablemente    nos  demandaría  varios  años  el  tratar  de
interpretar el contenido de  ese mensaje.  Pero, lo más importante será que
habremos encontrado la primera evidencia  de que la vida surgió más allá de
la Tierra.  Sería una extensión  más  del  principio  copernicano de que no
ocupamos ningún lugar especial en el Universo.    Es  el movimiento que nos
falta  completar.  Copérnico mostró que la Tierra  no  era  el  centro  del
sistema solar.  A principios del siglo XX se  demostró que el sistema solar
estaba muy lejos del centro de la galaxia.  Simultáneamente se demostró que
nosotros habitamos en una galaxia típica dentro de los miles de millones de
galaxias  que  pueblan el Universo.  Lo que nos falta demostrar es  que  la
vida  no  es originaria únicamente de este mundo.  Si alguien en el  futuro
detecta una  señal  con estas características, la primera sorpresa va a ser
esa".

	Descubrir una señal extraterrestre es casi como encontrar una aguja
en un pajar de  un  tamaño  equivalente  a  35  planetas Tierra.  En escala
cósmica y con estos números, 40 años de búsqueda no son nada.  "Hasta ahora
exploramos una pequeñísima franja de ese  pajar  cósmico",  dice  optimista
Guillermo.  "Y puedo asegurar que la  ausencia de evidencia no es evidencia
de la ausencia.  Al observar el cosmos  vemos  que  la  Tierra  no  es nada
especial.  Por lo tanto, lo que sucedió acá  -la aparición de la vida- pudo
haber  ocurrido  en alguna otra parte del Universo.  Ésta  es  una  premisa
básica  para  el proyecto.  Entonces, la probabilidad de que existan  otras
civilizaciones es altísima.  Si uno no cree en eso, no tiene sentido seguir
buscando".

	La búsqueda intelectual de Guillermo Lemarchand no se termina en el
rastreo del cielo a la pesca de señales de inteligencia extraterrestre.  Su
actividad en el proyecto  SETI se alterna con la investigación en el Centro
de Estudios Avanzados de la Universidad de Buenos Aires donde trabaja sobre
modelos  matemáticos  que  puedan  explicar la  dinámica  de  los  sistemas
económicos  y  sociales.    Por  eso no  extraña  su  reflexión  cuando  le
preguntamos qué lo motiva a buscar vida fuera  de  la  Tierra:  "Intentando
pensar  cómo  serían  las  características  de  un  mensaje extraterrestre,
estamos  también  analizando  cómo somos nosotros.  En definitiva, en  todo
este proceso  estamos  aprendiendo  más  sobre  el  comportamiento  humano,
tratando de sacar  todo  lo  que  sea propio de nuestro mundo y tratando de
buscar aquello que es realmente universal".

		Haciendo Historia
		(Por Guillermo A.   Lemarchand  -  Extracto  de  la  charla
		brindada  durante  un  Café Científico  organizado  por  el
		Planetario de la Ciudad de Buenos  Aires) La cuestión de si
		estamos solos en el Universo, obviamente, no  es nueva.  Al
		respecto, y como en casi todos los temas,  siempre se puede
		encontrar la opinión de un griego antiguo.  Ahí  lo tenemos
		a  Metrodoro  de  Quíos  que  en  el siglo IV a.C.    dijo:
		"Asegurar  que  la  Tierra  es el único mundo poblado en el
		espacio infinito  es  tan  absurdo  como  suponer que en un
		inmenso campo sembrado de trigo crece una sola espiga".

		De ahí, propongo un salto al siglo XIX, porque durante años
		el mundo intelectual estuvo dominado por la escolástica que
		impidió  avanzar  en  estos  temas.    Hacia  el  1800,  la
		discusión  era  si había vida en  la  Luna.    Uno  de  los
		matemáticos  más  notables  de  la  historia,  Carl  Gauss,
		especulaba  que  si vivían selenitas había que demostrarles
		que  nosotros  también éramos inteligentes.  Y lo que  hizo
		fue proponer la siembra en Siberia de un campo de  pinos en
		tres cuadrados formando un triángulo rectángulo de modo que
		desde el espacio  se  viera una demostración geométrica del
		teorema de Pitágoras.   Así  inferirían ellos que la Tierra
		estaba poblada por seres inteligentes.

		Otra idea era cavar figuras  geométricas en el desierto del
		Sahara,  llenarlas de petróleo y hacerlas  arder  de  noche
		para llamar la atención de los eventuales  habitantes de la
		Luna.  Hubo otras ideas pero, cuando se  dieron  cuenta  de
		que  la Luna no tenía atmósfera, el segundo gran  candidato
		fue  Marte.    Y  empezó  a  hacer  carrera la idea  de  la
		comunicación con los  marcianos.    En  1860,  el astrónomo
		francés Camile Flammarion reunió  a los colegas de su época
		para ver cómo se iban  a  comunicar con los marcianos.  Uno
		de ellos, Charles Cros (que había  inventado  el  fonógrafo
		antes  de  Edison,  dicho  sea de paso),  propuso  utilizar
		espejos  parabólicos  y  enviar  señales  de  luz.     Como
		anécdota,  les  cuento  que  una  francesa,  hacia la misma
		época, dispuso del equivalente de un millón de dólares para
		quien hiciera contacto con una civilización extraterrestre.
		Pero  el  concurso tenía una  cláusula  especial:    no  se
		contaba  como  válida  la comunicación con  los  marcianos,
		porque se consideraba excesivamente fácil.  En  cada  época
		las  creencias  estuvieron  relacionadas  con  la capacidad
		tecnológica del momento.


Los científicos, la Paz y el Desarme

En el año 1988,  un  grupo  de  estudiantes  coordinados  por  Guillermo A.
Lemarchand  y apoyados por las  autoridades  de  la  Facultad  de  Ciencias
Exactas  y  Naturales  de  la  UBA  y  su  Centro  de  Estudiantes  (CECEN)
organizaron el Simposio Internacional sobre "Los Científicos,  la  Paz y el
Desarme".  En plena vigencia de la Guerra  Fría, se debatió el rol social a
desempeñar  por  los  científicos y su responsabilidad como generadores  de
conocimientos que, eventualmente, podrían poner en peligro a la humanidad.

Como  resultado  de  ese  Congreso se elaboró una fórmula de  juramento  de
graduación  -similar  al  juramento hipocrático de los médicos- mediante la
cual los  egresados  de  la  Facultad  de  Ciencias  Exactas y Naturales se
comprometen a usar  sus conocimientos a favor de la paz.  Este juramento se
realiza en forma optativa  -afortunadamente  lo  eligen  casi el 90% de los
graduados- y su texto quedó redactado de la siguiente manera:

"Teniendo conciencia de que la  ciencia  y  en  particular  sus  resultados
pueden  ocasionar  perjuicios a la sociedad  y  al  ser  humano  cuando  se
encuentran ausentes los controles éticos:

¿Juráis  que la investigación científica y tecnológica  que  desarrollareis
será  para  beneficio  de  la  humanidad  y a  favor  de  la  paz,  que  os
comprometéis  firmemente  a  que  vuestra  capacidad como científicos nunca
servirá  a  fines  que  lesionen la dignidad humana guiándoos por  vuestras
convicciones y creencias personales, asentadas en auténtico conocimiento de
las situaciones que  os  rodean  y  de  las  posibles  consecuencias de los
resultados  que puedan derivarse  de  vuestra  labor,  no  anteponiendo  la
remuneración  o  el  prestigio,  ni  subordinándolos  a  los  intereses  de
empleadores o dirigentes políticos?

Si así no lo hiciereis, vuestra conciencia os lo demande"



		¿Bioastronomía, Astrobiología o Exobiología?

		En  analogía  con  otras ramas de  la  astronomía  como  la
		astrofísica,  la  astrometría  etc.,  recientemente  se  ha
		manifestado  la  necesidad de crear otra especialización, a
		la que se ha dado el nombre de astrobiología, cuyo campo de
		investigación  es la vida en el Universo (en el significado
		más amplio  del  término).  Sinónimo de astrobiología es el
		término exobiología, es  decir,  la  biología  del  espacio
		exterior.

		Partiendo  del  principio  de  que  la  vida  puede  nacer,
		afirmarse y evolucionar, por selección  darwiniana,  en una
		multiplicidad de especies diferentes, muchos estudiosos  se
		dicen también convencidos de que no hay  razones plausibles
		para que este hecho se limite sólo a  nuestro planeta.  Los
		estudios  más  recientes  en astrofísica han demostrado una
		sorprendente unidad  genética  y  estructural  de  todo  el
		Universo visible:  estrellas, galaxia· y materia cósmica se
		forman en todas partes obedeciendo a los mismos principios.
		Tampoco nuestro sistema solar es  una  excepción.    Muchos
		otros  soles  parecen  poseer  cortejos de  planetas.    El
		proceso  de  evolución  química, que la teoría  del  "caldo
		primordial"  sugiere  llegado  a la Tierra, podría ser  una
		parte de un ciclo de vida más amplio que  penetra  todo  el
		Universo.     Algunos  estudiosos  como  F.    Hoyle  y  C.
		Wickrmasinghe, piensan, incluso,  que  la sede principal de
		este proceso está en  las nubes de polvo interestelar y que
		la vida en estado elemental llega a los planetas a bordo de
		cometas·  para  después evolucionar, en los  ambientes  más
		favorables,  en  una  multiplicidad  de especies;   gracias
		sobre todo al continuo aporte de material genético desde el
		espacio,  cuyo  papel  sería  el  de  acelerar  la  clásica
		evolución  postulada por Charles Darwin.  Pero lo único que
		ciertamente hay,  son  indicios de que una gran cantidad de
		estrellas  similares  a  nuestro  Sol  están  rodeadas  por
		planetas.    Sólo  en    nuestra    galaxia,  que  contiene
		aproximadamente  cuatrocientos  mil millones de  estrellas,
		aquellas  que poseen sistemas planetarios serían  alrededor
		de  ciento  treinta mil millones.  En  cada  uno  de  estos
		sistemas,  por  lo  menos  un planeta podría presentar  las
		condiciones ambientales  adecuadas para albergar vida:  han
		de estar en  órbita  en  un  intervalo  de distancias de la
		estrella principal o "ecosfera",  que  asegure temperaturas
		medias compatibles con el metabolismo  típico  de los seres
		vivos.

		"Yo prefiero usar la palabra bioastronomía  -dice Guillermo
		Lemarchand-    Es  una  ciencia  que  yo  considero    como
		transdisciplinaria,  ni  siquiera   es  interdisciplinaria.
		Para entender el fenómeno  de  la  vida,  cómo  surge, cómo
		evoluciona y cuáles son las condiciones necesarias para que
		eventualmente pudiera generarse la vida en otros mundos, es
		necesario  que  el  tema  sea  abordado  desde    distintas
		disciplina.  Del trabajo conjunto de todas ellas  surge una
		nueva disciplina que es transdisciplinaria, que va más allá
		de  la  unión de cada una de las disciplinas independientes
		como la  geología,  la  astrofísica,  la  física básica, la
		biología, la física  atmosférica,  etc.    Así  se crea una
		nueva visión del conjunto,  una  visión transdisciplinaria.
		Tanto  la  bioastronomía  como  la  astrobiología  como  la
		exobiología son los nombres que definen  el  mismo campo de
		estudio, que consiste en entender cómo surge  la vida en el
		universo y cómo, hasta el momento, conocemos la  vida en la
		Tierra
///


[]	Priones, retrovirus y viroides
	DESAFÍO A LA BIOLOGÍA MOLECULAR

	Priones,    retrovirus    y   viroides  son  agentes  patógenos  lo
	suficientemente heterodoxos  como  para  representar singularidades
	biológicas y desafiar  dogmas  de  la  biología  molecular.  Pueden
	causar estragos en animales  (incluido  el hombre) y plantas.  Para
	los investigadores, que aún desconocen  muchos  de  sus mecanismos,
	son un reto.

	Están  del  otro lado de la  frontera  de  la  vida,  son  bastante
desconocidos y no respetan las reglas de  los  agentes  patógenos.  Son muy
poco convencionales y, al menos dos de ellos,  han  tenido  la capacidad de
situarse  en el primer plano de la atención mundial.    Tanto  el  HIV,  el
retrovirus del sida, como el prion o PrPsc, la clave  del  mal de las vacas
locas,  siguen  siendo  esquivos  con  los investigadores, que no acaban de
saber cuáles  son  exactamente  los  mecanismos  de funcionamiento de estos
nuevos patógenos.

	Una decena de  expertos  en  estas  formas  de  infección (priones,
retrovirus y viroides) se reunieron recientemente en Madrid, convocados por
la Fundación Ramón Areces, en  un  simposio  sobre  la panorámica actual de
estos agentes patógenos.  Aunque son  muy  diferentes  unos de otros, sobre
todo los priones, por una parte, y  los  paravirus,  por la otra, tienen en
común el mantener comportamiento biológicos no convencionales.  Son agentes
que suponen nuevos riesgos para la salud humana, de  los  animales y, en el
caso de los viroides, de las plantas.

	Los  priones  son  formas  aberrantes  de  una proteína celular, es
decir,  de  un  componente  del  organismo  cuya  función,  por  cierto, se
desconoce.   "Parece que está implicada en el transporte de iones y  en  el
reconocimiento celular,  y, desde luego, su presencia es necesaria para que
el prion se  propague",  dice  María Gasset miembro del Consejo Superior de
Investigaciones  Científicas de España  (CSIC).    Esta  proteína,  la  PrP
celular,  experimenta  un  metabolismo  anómalo   cuando  se  encuentra  en
presencia  del  prion, ese extraño agente  patógeno  que  carece  de  carga
genética.

	Al principio de los años noventa, "se  decía  que era imposible que
no  tuvieran  ácidos  nucleicos, que a la fuerza  tenían  que  tener  algún
componente  genómico",  dice  Gasset,  que  entonces  estudiaba priones con
Stanley  Prusiner,  el  descubridor de estos patógenos a quien entonces  se
consideraba  casi  como un loco, pero que acabó recibiendo el premio  Nobel
por su trabajo en el tema en 1997.

	Los priones, formas aberrantes de una proteína común, saltaron a la
fama con  las  vacas locas y desde ellas llegó la enfermedad a los humanos.
"Aún hay muchas cosas sin explicar sobre el mecanismo de acción de la PrP",
dice Gasset.  "Por  ejemplo,  no sabemos crear un prion ni por qué el prion
mata, no se conoce el  mecanismo  por el que las células acaban muriendo si
los priones pueden vivir en el  organismo  sin  ser  mortales".    Y, desde
luego, falta por encontrar un remedio a este mal.

	En este sentido, el avance más significativo  en  el  último año ha
sido el demostrar que los priones se pueden degradar impidiendo el contacto
con la PrP celular.  "Si se bloquea el  contacto  entre  ambos,  por acción
sobre la forma celular, se observa que el prion tarda  un  promedio  de  48
horas  en degradarse, más que las tres horas de la forma  normal,  pero  no
tiene manera  de  mantenerse",  explica Gasset.  Este hallazgo ha permitido
considerar  estrategias  terapéuticas    convencionales,    hasta  entonces
impensables, que están siendo investigadas.

	Los retrovirus están presentes  entre los humanos desde la noche de
los tiempos evolutivos.  De  hecho, para uno de los ponentes del seminario,
Jonathan Stoye (National Institute for Medical  Research,  Londres), "el 5%
del  ADN  de  cualquier  vertebrado  está  formado   por  estos  retrovirus
elementales.    Y,  además,  esos elementos son responsables  de  bastantes
fenómenos biológicos.  Cuando estudiemos esos fenómenos, seremos capaces de
comprender algunos aspectos de la compleja relación entre los retrovirus  y
sus huéspedes".  Y es que, como dice Esperanza Gómez-Lucía, microbióloga de
la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense, "para un patógeno
no es  útil matar al huésped.  Los retrovirus consiguen pasar inadvertidos.
La selección natural ha hecho que puedan convivir".

	Eso ocurre con algunos de ellos, pero otros saltan la barrera entre
especies, como ocurrió con  el  HIV.   Lo que distingue a los retrovirus de
los virus convencionales es que  además  de  ARN,  tienen  una  enzima,  la
transcriptasa inversa, por la que el  ARN se convierte en ADN.  Eso, que en
su día también fue considerado una herejía  contra el dogma establecido, ha
acabado resultando cierto.  Y esa es, precisamente,  la peculiaridad de los
retrovirus, que introducen su propio ADN en el de la célula y se intercalan
dentro  de  un cromosoma infectándolo, de manera que pasa a  la  generación
siguiente.    "Así",  dice  Gómez-Lucía, "puede estar una temporada breve o
pasar de generación en generación sin que se detecte su presencia".

	Los viroides  son  virus  que  afectan  a  las  plantas.    Son muy
sencillos, muy pequeños,  y  su  ARN está formado por muy pocas bases.  Los
hay que producen una enfermedad en el pepino, o en el tomate, la naranja...
y tienen efectos que pueden  resultar  devastadores para estas plantas.  Se
describieron por primera vez hace 30  años  y, aunque no está completamente
descartado, se piensa que no afectan a  los  animales.   "El primero que se
identificó  fue el de la papa, y ahora  la  lista  es  de  28  especies  de
viroides",  dice  Ricardo  Flores  del  Instituto  de Biología Molecular  y
Celular de Plantas de la Universidad de Valencia-CSIC.

	Algunos de ellos, como el viroide que afecta a los  naranjos, hacen
que  la  planta  sea  mucho  más  pequeña que un naranjo normal,  pero  las
naranjas  siguen  siendo  del  mismo  tamaño,  por  lo que podrían permitir
plantar el  doble  de naranjos por hectárea.  "En el caso de los cocoteros,
el viroide ha  tenido  un efecto devastador, matando 20 millones de árboles
en  Filipinas.   En  otros  casos,  las  plantas  infectadas  no  presentan
síntomas", dice Flores.
///


[]	BREVES DE CIENCIA Y TÉCNICA

 >       ARQUEOLOGIA  EN  SANTA  CRUZ.        El  grupo  de  investigaciones
arqueológicas del Instituto de Ciencias Antropológicas de la Universidad de
Buenos Aires, ha concluido su quinta  campaña  de  trabajo  de campo en las
ruinas de la colonia Floridablanca, en las  cercanías de Puerto San Julián,
en  la  provincia  de Santa Cruz.  El  equipo  liderado  por  María  Ximena
Senatore ha rescatado desde 1998 distintas piezas que testimonian  cómo era
la  vida  de  esta  pequeña  comunidad  colonial  española  en tiempos  del
virreinato.  Floridablanca fue fundada en el siglo XVIII como respuesta  al
tránsito  de  balleneros  ingleses  y  franceses  que  se aventuraban en el
territorio sin ningún tipo de control por parte de España.
	Precisamente  el  objetivo  de  la  investigación  es  analizar  la
presencia europea en  el  sur  de  la  Patagonia,  y  su  relación  con las
poblaciones aborígenes.  Entre  otros  hallazgos, el equipo encontró ruinas
de casas de adobe, tejas  fabricadas  a  mano,  herramientas  de  labranza,
trozos de vidrio y distintos tipos  de  herrajes  utilizados en la colonia,
antes que su población, compuesta principalmente por  campesinos  gallegos,
fuera  devastada  por  el  escorbuto.    Sin  embargo,  la  revelación  más
interesante surgida del trabajo ha sido la forma novedosa  de  ordenamiento
social,  basada  en  los  principios  de  la  Ilustración  que rigieron  en
Floridablanca entre 1780 y 1784.

Más información:
http://www.rec.uba.ar/jornadas/htm/p171.htm

 >	PERIPECIAS DE UNA MOMIA.   La  momia  hallada en el cerro Nevado de
Chuscha  de la provincia de Salta,  hace  casi  80  años,  será  finalmente
exhibida en el Museo de Ciencias Naturales  y  Antropológicas  de  Mendoza.
"Se  trata  de  una  pieza  patrimonial que luego  de  tantos  años  de  su
descubrimiento  ha podido ser estudiada exhaustivamente.  Su mensaje,  casi
intacto  a  pesar  de  las  vicisitudes  sufridas, ha logrado llegar  hasta
nuestros días", expresó la arqueóloga Abal de Russo.
	La  historia  del  hallazgo  es bastante curiosa:  comenzó en 1920,
cuando Felipe  Calpanchay,  un poblador del lugar encontró las losas de una
tumba precolombina en  las  cumbres de Cafayate.  Junto a su socio, decidió
llevar a cabo una  excavación  -para  lo  cual  debió dinamitar parte de la
plataforma rocosa-, y allí encontró  los  restos  pertenecientes a una niña
inca de unos diez años de edad.  Desde entonces, la pieza arqueológica pasó
por  distintas  manos  -casi  siempre vendida como  una  extraña  clase  de
baratija y, en el mejor de los casos,  como  una antigüedad-, hasta que fue
adquirida  en  1985 por un anticuario.  Merced a  las  investigaciones  del
Centro  de  Estudios  para  Políticas  Públicas  (CEPPA),  que financió los
estudios  que  realizaron los arqueólogos Clara Abal y Juan Schobinger, del
Museo  mendocino,  se  logró  su  rescate.    En  1996,  el Centro para  la
Conservación  del  Patrimonio  de  Alta  Montaña  (CECOPAM),  organizó  una
expedición encabezada por Schobinger para  explorar el sitio del hallazgo y
confirmó así su procedencia.
	Luego de realizar todos los estudios  y  comprobaciones  sobre  los
restos, la pieza será exhibida en el  museo,  Avda.    Circunvalación  Arq.
Thais y Avda.  de Las Tipas, de Mendoza

Más información: http://www.momias.com.ar/articulos/ramomias5.htm


 >	ORÍGENES DE LAS CIENCIAS EXACTAS.  Científicos alemanes  llegaron a
la conclusión de que el origen más remoto de  las  ciencias  exactas  no se
encuentra   en  estudios  de  la  humanidad  sobre  fenómenos  mecánicos  y
astronómicos,  como  se  pensaba  hasta  ahora,  sino  en  la  necesidad de
administrar Estados y territorios,  como  muestran  documentos  descifrados
recientemente.
	Los  estudios fueron dirigidos por  el  matemático  e  investigador
Peter Damerow, del Instituto Max Planck de Historia de las Ciencias, con un
equipo de expertos entre los que se  encontraba la historiadora y demógrafa
boliviana Carmen Beatriz Loza, que descifró quipus incaicos  pertenecientes
a la colección del Museo Etnográfico de Berlín.
	"Uno de los resultados más sorprendentes de la investigación de los
últimos 20 años sobre los orígenes de la ciencia probablemente  más antigua
de  la  humanidad,  la  matemática  babilónica, es la revelación de que  no
surgió  de  experiencias  técnicas  o  de  la  astronomía, como se afirma a
menudo, sino de  la administración", señaló Damerow.  La investigación está
comprendida dentro de un amplio y complejo proyecto de largo plazo dirigido
por el profesor Juergen Renn,  del  Instituto Max Planck de Historia de las
Ciencias,  dedicado  a  comprender  mejor  los    procesos  históricos  que
incidieron  en  los  cambios  estructurales ocurridos en  los  sistemas  de
conocimiento de la humanidad

Más información en: http://www.mpiwg-berlin.mpg.de/ENGLHOME.HTM

 >	ARGENTINA Y CHILE, MÁS CERCA. Cada año Buenos Aires y Santiago de Chile 
están casi dos centímetros más cerca según mediciones realizadas en el 
último tiempo a la altura de Mendoza con instrumental de alta precisión. Se 
trata de una deformación elástica, según definen los geólogos, y un 
terremoto puede volver atrás parte de este achicamiento en el futuro. Si 
bien se seguirían aproximando, la velocidad promedio permanente alcanzaría 
a 4 ó 5 milímetro por año.

Más información en: http://www.fcen.uba.ar/prensa
///

      ///////////////// FIN DE LA SEGUNDA SECCION  \\\\\\\\\\\\\\\\\
      \\\\\\\\\\\\\\\\ CONTINUA EN TERCERA SECCION /////////////////

Educyt, semanario de noticias de Educacion, Universidad,  Ciencia y Tecnica
Editores  responsables:    Fernando  Demarco  y  Carlos  Borches

E-mail:  educyt@de.fcen.uba.ar


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