Facultad de Ciencias Exactas y Naturales - FCEyN
Universidad de Buenos Aires - República Argentina

"A treinta años del 24 de marzo de 1976"
Mesa redonda del Acto Recordatorio realizado el jueves 30 de marzo de 2006.

[Juan Carlos Pedraz]

Buenas Tardes:

En primer lugar quiero agradecer la generosa invitación de Carolina Vera a participar de esta mesa. Siempre es bueno estar en casa.

El viernes, mientras marchaba junto a miles de compañeros y junto a mi hija de 14 años, se me fueron atropellando los recuerdos pensando qué podía aportar a esta convocatoria de la Facultad para que la memoria sea un motor de permanente transformación. No tengo la opinión educada para hacer análisis políticos profundos. Lo que si puedo compartir con ustedes es algunas sensaciones y vivencias que pueden ayudar a comprender cómo era la vida en la Universidad hace 30 años. Los recuerdos pueden tener algunas imprecisiones producto de que he olvidado algunos detalles, pero creo que esos detalles no hacen a la esencia de lo que quiero transmitir.

El mismo viernes, mi hija me decía que tenía la sensación de que algunos militantes de su edad sienten como una suerte de culpa de no haber sido protagonistas de aquella época negra. Me quedé pensando en esta visión y me pregunté hasta dónde nosotros, los más grandes, damos una imagen del proceso militar como el de una época heroica. Nada más lejos de la verdad. Si una palabra resume aquellos años es MIEDO. Y no alcanza: el TERROR estaba presente dentro y fuera de la facultad. Hasta cuando se dormía.

Paradójicamente, ingresé a la Facultad en marzo de 1976. Ese 24 de marzo debía completar la documentación. Por supuesto mis viejos no me dejaron salir de casa. Unos días después entré a una Ciudad Universitaria flanqueada por dos tanques en la entrada. Si bien en la Universidad el golpe se había dado en 1974 con la intervención de Ottalagano, ya nada era igual que antes después de ese día. Los pocos militantes que había antes del golpe, y a los que les escapaba porque no sabía si eran verdaderos militantes o policías encubiertos, ya no estaban.

Época donde quemé algunas revistas y libros que hoy me gustaría acariciar.

Época donde con los compañeros de estudio, por miedo, sólo se hablaba de boludeces.

Época de policía en la puerta que revisaba tus cuadernos y libros y a veces se detenía largos minutos (eternos minutos) en partes que seguramente le eran incomprensibles (buscando tal vez si los vectores o si la fuerza y la masa podían tener alguna connotación subversiva...)

Época donde la misma cana de la puerta me dejaba entrar gratis los miércoles por la noche a ver a River porque me reconocía en el control del estadio. Ver al Beto Alonso era como un recreo en el infierno.

Época donde no se usaba agenda telefónica.

Época donde en forma clandestina el Centro de Estudiantes reproducía libros de MIR (la editorial soviética) y te morías de miedo porque eras un palito (de los que usamos para contar los puntos en el truco) para saber cuántos ejemplares realizar y pensabas que en eso te jugabas la vida.

Época de operativos del ejército en cualquier calle de Buenos Aires donde si te agarraba cerca pensabas: "bueno, acá soy boleta"

Época donde preguntabas: "¿Y el flaco?" "El flaco dejó". Y al flaco no lo veíamos más.

Época donde al flaco lo debías llorar en silencio en un rincón de tu pieza porque era peligroso de otra manera.

Época de MIERDA.

Pero me convocaron para hablar de la Asociación Gremial Docente.

No estoy muy seguro pero creo que en el verano de 1980 o de 1981 (aún no me había graduado), trabajé en un curso de ingreso. Como era costumbre, se demoraron en pagar. A un grupo de docentes se nos ocurrió hacer un petitorio. Fue mi primer "los abajo firmantes" y creo que allí, por lo menos en el círculo en el que me movía, nació la idea de tener un gremio para defender nuestros derechos laborales. Empezamos a juntar voluntades. Caímos en la cuenta de que, salvo algunos contactos que tenían los que militaban en algún partido político, no conocíamos a casi nadie. Fue así que la primera Asamblea constitutiva (no fue la única), creo que entrado 1981, fue convocada cuarto por cuarto, con carteles hechos rápido y a mano que pegábamos en las paredes mirando para los costados para que nadie nos viera.

En aquel entonces se empezaba a cantar bajito: "se va a acabar, se va a acabar...". Y aunque el miedo estaba presente aún, las ganas de cambiar la historia, nos impulsaba hacia adelante. Con errores, con discusiones, con contramarchas... Pero con el enemigo claro. Nunca estuve más seguro en mi vida de lo que debíamos hacer que por esos años.

Descubrí que cruzando la puerta que dividía los departamentos de Matemática y Meteorología en el Pabellón 1, tenía como vecinos a tipos como Jesús Gardiol que con un compromiso formidable fueron emblemáticos en lo que comenzábamos a construir.

Descubrí los vericuetos del Pabellón 2 y del Pabellón de Industrias que casi no conocía recorriendo cuartos y laboratorios. Allí conocí a personajes entrañables como Carlos Lima integrante de la primera comisión directiva y Horacio Agarás, primer Secretario General de la AGD. Pero no me olvido de muchos otros: Olga Ambas, Cecile du Mortier, Marta Maier, Juan Pablo Paz, Elicita Werner, Jorge Busch, María del Carmen Ríos, Gabriela Bergoncelli... y muchos, muchos más. Se realizaron las primeras elecciones (con urna y todo)

Descubrí que existía un grupo de graduados que desde afuera de la Facu seguían muy de cerca nuestros movimientos. Conocí a "Tesca" que bregaba por un Departamento de Computación, a Raúl Carnota, Eliseo Rosenwaser, Arquímedes Piol, Silvia Resnik, Irene Loiseau, Sibila Seiber, Juan Grotewold, Luis Quesada, Willy Dussel, Fortunato Danón, Delia Arias, que con otros fundaron el Centro de Graduados.

Conocí a personajes míticos del exilio como Rolando García, Manuel Sadovsky, Osvaldo Reig, Gregorio Klimovsky y Mario Bunge que nos contaban sobre la Universidad de los 60.

Conocí a estudiantes con una visión moderna y progresista de la Universidad. Ellos fueron maestros de militancia. Con ellos forjamos muchos de los principios que guiaron nuestra conducta. Chaco Cassanello, Adrián Roitberg, Carlos Abeledo, Paulina Beloqui, Gabriela Maidana y Lucas Monzón, solo para mencionar algunos nombres que retengo aunque hay muchos más que merecerían ser recordados.

Sin quererlo (o tal vez sí) se fue conformando un movimiento plural, tanto en lo ideológico como en lo sectorial, pero con un objetivo claro: aportar nuestro grano de arena a la recuperación democrática dentro y fuera de la facultad. Se dio una circunstancia que después fuimos perdiendo y me parece que no se volvió a recuperar. El diálogo entre sectores con intereses aparentemente contrapuestos era constante. La voluntad y la decisión de consolidar ese espacio que iba creciendo estaban por encima de cualquier diferencia. Por primera vez sentí palmariamente que estábamos haciendo POLITICA. Cada vez que alguna de las partes cedía en un punto que había estado defendiendo a brazo partido, se vivía como un avance y no como una claudicación.

El 30 de marzo de 1982, sin ponernos de acuerdo previamente, nos encontró la Plaza de Mayo, donde la montada nos corrió varias cuadras. Pero el susurro ya era un grito: SE VA A ACABAR, SE VA A ACABAR... Creo que ese día fue el principio del fin de una larga noche.

El crecimiento de la AGD, sin embargo se produjo en tiempos de democracia. En épocas de altísima participación. De asambleas numerosas (a veces interminables). Quiero destacar las figuras de dos "Juanes" que deben formar parte de cualquier historia seria que se haga de esta facultad: Juan Flo y Juan Talpe que fueron fundamentales en la consolidación del gremio. Los recuerdo a ellos especialmente con gran respeto por la coherencia y consecuencia en el decir y la acción, además de su espíritu profundamente democrático a la hora de acatar las decisiones de asambleas que a veces eran adversas a sus propuestas. Con su trabajo (y el de otros más) salimos de Exactas hacia el resto de la UBA (con Agronomía, Filosofía, Farmacia, alguna cátedra de Medicina, otra de Arquitectura...) y nos conectamos con otras Universidades. Se armó la Coordinadora Nacional de Docentes Universitarios (CONADU). Todas ellas sin reconocimiento oficial pero con una presencia cada vez mayor, en la Universidad y en la calle. A tal punto que comenzamos a participar en las reuniones que convocaba el Ministerio. Personajes como Fernando Vilella (hoy candidato a rector) o Tulio del Bono (hoy Secretario de Ciencia y Técnica y ayer, Secretario General de aquella primera CONADU) pasaron por la conducción gremial y por las emblemáticas asambleas de Exactas.

La militancia en el gremio y en el gobierno de la Universidad, me enseñó que a la Universidad se la cuida cuidando a su gente. Que las reivindicaciones gremiales y la excelencia académica no tienen por qué ser posiciones antagónicas.

Aprendí a respetar al militante que trabaja más que al que hace discursos, al que construye, más que al que solo protesta ...

La AGD, junto con el Centro de Graduados y el movimiento estudiantil de aquel entonces, fue actor principal y preponderante en el rumbo político que fue tomando la facultad. Muchos aciertos (y muchos errores y frustraciones) son mérito de aquella generación de sobrevivientes de la noche militar.

El pasado viernes 24 por la noche, cuando volví de la plaza, encerrado en el baño, volví a llorar como tantas veces, como tantos de ustedes:

Lloré por lo que no hicimos, por lo que no dijimos, por las oportunidades perdidas, por el flaco... , por tantos flacos...

Pero también pensé que aquí estamos, que no pudieron con nosotros y en ese "nosotros" incluyo a todos los que de una u otra manera siguieron y seguimos cantando, a veces desafinando o desentonando, pero cantando. ¿Y usted preguntará por qué cantamos?

Un poema de Mario Benedetti responde con claridad a esta pregunta. Benedetti dice en sus versos:

Y usted preguntará por qué cantamos,
Cantamos porque los sobrevivientes
y nuestros muertos
quieren que cantemos.

Por ellos digo PRESENTE.


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