Lunes 20 de agosto de 2001

 
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EXPERIENCIAS: HAY 103 EN LA ARGENTINA
Cómo aprovechar mejor las visitas a los museos de ciencia

Los expertos aconsejan despojarse de prejuicios · Y animarse a jugar para aprender · Así, buscan que el conocimiento científico esté al alcance de todos

Por VALERIA ROMAN. De la Redacción de Clarín.

 


DIDACTICO. En Abremate, un nuevo centro de ciencia en Remedios de Escalada, enseñan las distintas formas de generar la energía eléctrica.
 
Original muestra
 
Los científicos y su vínculo con la gente
 
Direcciones útiles, en las ciudades y el ciberespacio





Tiempo estimado de lectura 3'38''

Física, matemática, química, paleontología, arqueología, ingeniería y biología son palabras que pueden sonar demasiado "serias". Sin embargo, los museos de la Argentina dedicados a ciencia y tecnología las quieren hacer menos "acartonadas" y mucho más convocantes.

En el país hay 103 museos relacionados con ciencia o con tecnología, según el registro de la Dirección Nacional de Patrimonio y Museos, que depende de la Secretaría de Cultura. Algunos de los guías y museólogos, consultados por Clarín, dicen que hay variadas estrategias para que el recorrido no se restrinja sólo a pasar entre objetos sin historia ni relaciones entre sí.

Antes de visitarlos, ya se puede hacer algo. Por ejemplo, "deshacerse de los prejuicios que estiman a la ciencia como algo para pocos —dice Carolina Cabana, del Museo Paleontológico Egidio Feruglio, de Trelew—. Sólo desde esta perspectiva se puede salir con ideas útiles para la vida cotidiana".

Nélida de Lascano González, jefa de subárea educativa del Museo Argentino de Ciencias Naturales, en Parque Centenario, cuenta que muchas veces los chicos son los que insisten en visitar museos de ciencia. "Los padres deben atender este interés", sugiere. Para eso recomienda que, antes de las visitas, vean juntos películas o libros relacionados con el tema para ir con inquietudes concretas. La exposición más exitosa de este museo es la de dinosaurios que habitaron en suelo argentino: asistieron 60.000 personas sólo en julio.

Algunos se preparan con Internet. "El sitio web del museo ayuda a orientarse sobre los objetos que uno verá", señala Leonardo Echagüe, diseñador y curador del MateUBA, el museo dedicado a la matemática que depende de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Este lugar consigue bajar a tierra un montón de conceptos abstractos. Por caso, qué es una elipse. Con sólo usar un extrañísimo billar "elíptico" (una tabla con seis lados, un paño y varias bolas), la definición que le da la geometría empieza a visualizarse. "Exhibimos modelos que —como la máquina de Moebius— son aproximaciones de fenómenos que se dan en espacios abstractos e ideales."

En la Universidad Nacional de Lanús acaba de inaugurarse Abremate, un centro interactivo lleno de objetos y maquinitas que permiten conocer la historia de la ciencia y la tecnología, de la Edad Antigua hasta hoy. La clave es decidirse a jugar. La gente aprende sin darse cuenta, resalta el director del centro, Carlos Petignat.

Se puede entrar con todo el cuerpo en una gran rueda de madera y hacerla girar. ¿Para qué? Se trata de una noria que los esclavos de la Antigüedad usaban para moler trigo, un objeto que muestra los principios básicos de la mecánica. ¿El sonido se propaga en el tiempo? Sí: con una máscara unida a un audífono por una cañería de plástico en zigzag se experimenta el recorrido de una palabra.

Después se explica cómo se generan distintos tipos de energía, como la eólica. Y hasta se cumple el sueño de volar: una tabla en pendiente, una filmadora y un televisor hacen creer que uno está realmente volando sobre un paisaje urbano. "Detrás de cada objeto hay una explicación y un principio científico por descubrir", advierte Carlos Trapani, coordinador didáctico de Abremate, que ocupa 3.000 metros cuadrados y cuyo recorrido dura como mínimo tres horas. "Al interactuar con los juegos se vive un momento placentero y se movilizan nuevas ideas de la física".

Con esa frase coincide Lilia Dubini, directora de Eureka Parque de la Ciencia, en la ciudad de Mendoza, donde se logra que la física, la biología o la astronomía ya no sean tan "duras": en este espacio todo se puede tocar y cuestionar.

Para la guía Mabel Colucci, al museo Tecnológico de la Escuela Industrial Otto Krause hay que ir con ganas de trabajar. "Pueden poner en marcha aparatos tales como máquinas a vapor y construir maquetas de los objetos que se ven", cuenta.

"Nosotros tratamos de romper con la desvalorización de grupos que viven o vivieron en otras sociedades y otras épocas", afirma Liliana Lorenzo, directora del Museo del Hombre, que depende del Instituto Nacional de Antropología. Allí ofrecen actividades en las que se muestra que las "soluciones que nuestra cultura encontró a ciertos problemas pueden no ser las mejores para otras". Los chicos aprenden a hacer cerámicas, máscaras e instrumentos musicales con los métodos de los indígenas. Escuchan leyendas, construyen maquetas y escriben historietas. Y los grandes aprenden a confeccionar las puntas de flecha de los cazadores-recolectores de tiempos prehistóricos.

Para Amelia Arnelli, del Museo Participativo de Ciencias en Recoleta, el secreto es "acercarse a los museos de ciencia y tecnología sin que importe la edad y dejar que la curiosidad se active".


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